Por Lorena Montemayor

425 años han pasado desde la fundación de nuestra ciudad de Monterrey, la llamada “Ciudad de las Montañas” por su reconocido Cerro de la Silla; años en que han florecido la cultura, la industria, el comercio y situaciones que se volvieron costumbres, que hoy son remembranzas y conforman su historia.

Fundada en 1596 por Diego de Montemayor, una fundación ilegal ya que no se tenían los permisos necesarios para ello, abarcaba desde la avenida Cuauhtémoc hasta la Catedral y desde Padre Mier hasta el rio Santa Catarina; un pequeño “rancho” con valles llenos de árboles, zacatales y arroyos.

Su crecimiento inició a finales del siglo XIX cuando las industrias comenzaron a instalarse en la ciudad; Cervecería Cuauhtémoc fue la empresa pionera fundada en 1890, siguiendo por la Fundidora de Fierro y Acero Monterrey, fundada en 1900 y Vidriera Monterrey en 1909.

Todas estas empresas generaban un incremento en las fuentes de trabajo, siendo Fundidora la que más ingresos económicos generaba a la ciudad, viéndose en la necesidad de crear escuelas y viviendas dentro de su misma planta para mejorar el desempeño laboral.

En la década de 1920 hubo distintos desacuerdos en temas políticos, los cuales fueron un parteaguas para el crecimiento económico, social y cultural. Se crearon distintas universidades como la Universidad Autónoma de Nuevo León, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Así mismo, se creó el Seguro Social y el Río santa Catarina tomó su forma canalizando sus aguas.

El crecimiento nos ha llevado a la arquitectura y urbanismo. La fundación del Obispado nos muestra una arquitectura barroca, franciscana y neoclásica, misma que se llevó a las calles 15 de Mayo, Calzada Madero, Pino Suárez y Diego de Montemayor y el Hospital Real de Pobres de Nuestra Señora del Rosario, hoy conocido como Centro Cultural Universitario “Colegio Civil”.

Nuestra gastronomía ha pasado a ser una de las más reconocidas del norte de la república por tener platillos típicos como la carne asada, el cabrito, los empalmes; y nuestros postres deliciosos como lo son las hojarascas, las empanadas, las glorias, bolitas de leche quemada, las palanquetas y más.

Hoy en día, nuestra evolución histórica nos ha llevado a que los ciudadanos regios seamos reconocidos como gente trabajadora, la “raza” que hace una carnita asada sin festejo alguno, orgullosos de nuestra historia y de nuestras raíces.