Angélica Valle

Cuando por el destino somos elegidos para responder una encuesta política solemos decidir nuestras inclinaciones por aquella persona que ni idea tenemos de quién es, cuál es su trayectoria política, cómo surge en la política, qué habilidades tiene para llegar a ser gobernante.

Por desgracia, para nosotros mismos, sucede que las respuestas que damos suelen favorecer a quien más ruido ha hecho en medios de comunicación o redes sociales; o es aquel personaje que lleva linaje en su apellido, pero su experiencia –si no nula, es poca- que tampoco ello quiere decir que no sepa de política ni pueda alcanzar una posición de elección popular, pero que, si realmente evaluáramos, tampoco sería el político idóneo que necesitamos como ciudadanos.

Entonces, cuáles son los parámetros por los que debemos responder. A mi consideración, el primero, si no conocemos realmente a la persona, mejor declinamos dar respuesta; segundo, lo conocemos de “oídas”, pero ni siquiera sabemos cuál es su experiencia para gobernar; tercero, si solo lo conozco por su nombre y lo relaciono con alguien trascendente, tampoco formemos parte de la encuesta.

Tal cual son las elecciones para un puesto popular, una encuesta que coloca a alguien y será la autoridad elegida por el voto ciudadano. Ni más ni menos.

Estamos a tiempo, que no nos envuelvan los apellidos, las múltiples apariciones que se vuelven tendencia, mucho menos el discurso de que dejaremos de ser pobres, o se dará la igualdad de clases, género y paridad en todas las formas. NO.

Estamos a tiempo para investigar, analizar, discernir y decidir a quién elegir.

La decisión es nuestra, pero para tomarla debemos, al menos, no solo conocer el nombre, pero si cuál es la trayectoria, las aportaciones que esa persona ha dejado a la sociedad, cuáles han sido sus logros en nuestro beneficio.

Reflexionemos bien la decisión, para evitar arrepentirnos, porque en esto, NO hay vuelta atrás.

@asvalle