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Hoy 22 de noviembre se cumplen 58 años del asesinato de John F Kennedy.

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Un día como hoy, hace 58 años, fue asesinado en Dallas, Texas, el presidente  numero 35  de los Estados Unidos John F. Kennedy. Pese al paso del tiempo y a que se han escrito ríos de tinta sobre el magnicidio, las dudas y la especulación siguen presentes.

 

Un día histórico, un día que nadie que lo vivió pudo olvidar. El presidente de Estados Unidos visitaba Texas, un estado que le resultaba difícil y en el que tenía muchos detractores. Pero hasta el momento todo estaba saliendo mejor de lo esperado.

Su nivel de popularidad era muy alto y la idea del vicepresidente Lyndon B. Johnson parecía muy buena. Pero al mediodía todo cambiaría dramáticamente. Esto es lo que sucedió durante esa jornada que cambiaría la historia moderna.

Desde su habitación de la suite 850 del Texas Hotel de Fort Worth, Kennedy llama por teléfono a Ruth Carter Johnson, una coleccionista que coordinó con otros colegas colgar en las paredes del cuarto presidencial pinturas de artistas contemporáneos norteamericanos. Le agradeció por teléfono el gesto, fue su última llamada.

A las 11:50 hora local se inicia la caravana. Son varios autos. En el primero van el jefe de policía local, otros jerarcas locales y un agente federal. El segundo era el auto elegido para el presidente, un Lincoln Continental Convertible, que no llevaba capota porque a Kenedy le gustaba saludar a la gente y porque había cambiado el pronóstico del clima: las nubes se habían despejado. Lo manejaba el agente William Greer, a su lado iba su colega Roy Kellerman. Detrás iba el gobernador Connally y su esposa Nellie. En la tercera fila, los Kennedy. A ese auto los seguían otros de los guardaespaldas oficiales, el de vicepresidente y muchos más.

12.29 Hrs

La visita del Presidente venía precedida por un clima de tensión. Dallas y todo Texas eran un territorio hostil. Pero las calles estaban demostrando otra cosa. Nellie Connolly, la esposa del gobernador, gira su cabeza y ante el fervor de la gente al costado de la calle y le dice: “Sr. Presidente, no puede decir que Dallas no lo ama”. Probablemente esas hayan sido las últimas palabras que Kennedy escuchó.

12.30 Hrs

Los autos giran por Elm Street. Van a unos 18 kilómetros por hora. Los Kennedy flamean sus brazos y sonríen. Se escucha una detonación. Parece un petardo o la explosión de un caño de escape. Es el primer disparo. No acierta en el blanco

12.30 Hrs

Pasaron unos segundo, el segundo disparo. Todo sucede a gran velocidad pero son tantos los eventos y tan importantes que cada segundo se puede deconstruir en varias escenas. Una bala impacta en Kennedy. Se lleva las manos a la garganta. El gobernador gira para ver qué sucede. Jackie todavía sonríe.

12.31 Hrs

El tercer disparo. Destroza la cabeza de Kennedy. Vuelan pedazos de cráneo y parte de masa gris. La sangre salpica a los de los asiento de adelante y al auto de atrás. Clint Hill, uno de los agentes del tercer auto, sale corriendo hacia el segundo. El gobernador también es impactado. Su esposa grita: “Nos van a matar a todos”. El agente Kellerman, el acompañante del conductor, dice: “Nos dieron, nos dieron”. Jackie trepa a la parte de atrás del auto. Tiempo después dice que no se acuerda de nada de ese momento. Algunos dicen que buscaba la capota para tapar el auto, otros que desesperada quiso escapar.

Clint Hill, el agente que llegó hasta el baúl del coche y le ordenó que volviera a su asiento cree que lo que la primera dama quería hacer era recoger los pedazos de cerebro de su marido que se habían esparcido por todo el auto. Llegaría al hospital con masa encefálica y fragmentos del cráneo de su esposo en las manos.

El suceso fue investigado por la conocida como ‘Comisión Warren’ y se detuvo a un hombre como responsable. Le sucedió el vicepresidente Lyndon B. Johnson

 

Pero la especulación sobre el asesinato de Kennedy  continúa, alimentada por documentos clasificados inéditos, balística extraña y la afirmación del asesino Lee Harvey Oswald, quien luego fue asesinado en la televisión en vivo mientras estaba bajo custodia policial, de que él era “solo un chivo expiatorio”