Entre tantos dichos populares está el que dice que «la naturaleza no tiene palabra», por ello, por más aproximados que sean los pronósticos meteorológicos solo hasta que se presenten el fenómeno natural, podemos darlo por cierto.
Así sea lluvia, nevada, granizada o sequía, lo único cierto es que nunca lo sabemos hasta vivirlo.
Sin embargo, seguimos sin escuchar a la naturaleza, que todos los días nos muestra que está cambiando, que el cambio climático es tan cierto, lo vivimos, pero no queremos entender.
Las áridas tierras del Estado de Sonora amanecieron este domingo anegadas, en el noreste -donde vivimos- el pronóstico era que nos llegarían lluvias abundantes, sin embargo, sigue la sequía, el aire se llevó las nubes.
La naturaleza nos está golpeando, pero insistimos en que nada pasa, seguimos nuestros hábitos y costumbres, a veces forzados porque el agua no llega por la llave, pero cuando así sucede no limitamos su uso.
Compramos refrescos y agua embotellada a costos elevados y sin reflexionar, nos disgustamos y arremetemos conta la autoridad por la falta de previsión, pero la reflexión no permanece, es momentánea, se desvanece.
¿Cuándo haremos permanentes los cambios en nuestros hábitos para consumir agua? ¿Hasta cuándo pensamos que la tendremos siempre con abrir y cerrar una llave?
La respuesta no está en las obras que se hagan para captar, conducir y distribuir agua; está en nuestra conciencia y reflexión, porque la naturaleza, ahora más que nunca, no tiene palabra.