El autismo y la percepción de la realidad El fantasma que nos toca la espalda

0
1091

Myriam Muñoz Maldonado

Cuando Iván me dijo que había fantasmas en su salón, inmediatamente pensé que alguien le estaba jugando una broma, porque, a pesar de que era un jovencito de once años, gracias a su pensamiento lógico, era bastante escéptico (como todas las personas dentro del TEA)

Me parece importante compartir esta experiencia porque nos dejó varias enseñanzas con respecto a la forma en que perciben lo que sucede en su entorno.

-Por qué me dices eso?-Le pregunté
-Porque me tocó la espalda- respondió

-Y tu te sientas hasta atrás, en medio o adelante? Le cuestioné
-Soy el primero- me dijo

Era bastante obvio que le estaban jugando una broma, lo que yo no entendía, es por qué el no se daba cuenta?

-No crees que tal vez haya sido la persona que se sienta detrás de ti? Le comenté
-No- me dijo seguro
-Cómo lo sabes?
-Porque le pregunté y me dijo que no era ella- dijo.

Aquí la primera enseñanza: ellos siempre van a creer lo que les digan, porque confían en la persona y no creen que les puedan mentir, como ellos no lo hacen, no esperan que los otros lo hagan, sobre todo en un tema tan serio para él como sería descubrir quién le toca el hombro.

Me di cuenta de que era una buena oportunidad para analizar la conducta propia de los asperger en ese sentido y compartirla con su salón de clases; así que antes de desengañarlo, le cuestioné más su actuar.

-Y tu qué hiciste? -Pregunté
-Le dije a la maestra y ella fue la que me dijo que seguro había un fantasma en el salón- explicó

Me sorprendió mucho enterarme de que era la maestra la que le había dicho que era un fantasma. Debo destacar que la maestra siempre fue un gran soporte para Iván, siempre tuvimos muy buena comunicación y entre todos logramos grandes avances en beneficio de Iván, por eso se me hizo raro que no le aclarara o me enviara un recado.

-Y qué le contestaste- volví a preguntar
– Que eso era imposible, porque los fantasmas no existen- dijo

luego se quedó serio y agrego:
-Pero mamá si la maestra dice que hay fantasmas, si ella lo dice, entonces debe ser cierto-

Otro aspecto importante: ante la duda nuestros aspis creerán y seguirán ciegamente a quién vean como una figura de autoridad. En el caso de Iván la confianza y respeto que siente hacia la maestra, lo llevarán a confiar y creer todo lo que ella le diga.

Sin afán de enfrentamientos y con el único interés de saber la otra versión de la historia, acudí al siguiente día con la maestra y nos pusimos a charlar sobre eso.

Ella me dijo que, efectivamente, la compañerita que se sentaba atrás de él le tocaba el hombro y disimulaba si Iván volteaba a verla; cuando Iván le pregunta, ella niega ser la que lo toca.

Entonces Iván va con la maestra y confundido le dice que algo está pasando y es justo aquí cuando la respuesta, lejos de divertirlo, lo hunde más en la confusión.

La maestra, mientras le guiñaba el ojo, le dijo en tono irónico: ¨Ahhh pues posiblemente haya algún fantasmita en el salón¨

Nada más que Iván no pudo leer el guiño del ojo, ni las facciones de la cara de la maestra, ni pudo percibir el tono de ironía en la frase, así que, mientras para todos fue una broma que creyeron que Iván si había entendido, para el fue la confirmación de un suceso muy lejos de su entendimiento.

No hubo reclamos, porque no hubo culpables; la maestra me dijo: Entonces ya no jugamos con él? Claro que si hay que jugar con él, sólo había que explicarle que es un juego. Finalmente le explicamos a Iván y lo tomó bastante divertido.

Ni la maestra, ni yo estábamos preparadas, supongo que son situaciones que se van dando conforme van creciendo y la interacción con los compañeros se vuelve más compleja; pero vimos esto como una buena oportunidad de aprender y aplicar cosas.

Yo en casa comencé el juego de la ironía y el sarcasmo, en el que decía frases como: ¨eres un niño muy inteligente¨ en diferentes tonos y el tenía que adivinar en cuál de ellos yo estaba siendo irónica.

Hoy Iván ya está en la secundaria y entiende casi todas las ironías, incluso él ya las aplica y se enorgullece de poder hacerlo y a mí me encanta compartir esta historia cada que puedo y supongo que mi hijo se habrá sentido aliviado de ver que no había ningún fantasma tocando su espalda en el salón.