Por: Fernanda Mata

He externado que no estoy muy de acuerdo en que se proclame una fecha que sirva de “empujoncito” para envalentonarnos y decir lo que sentimos por alguien al que amamos, es decir, no tiene que ser el cumpleaños, día de las madres o un nuevo año para desbordarnos en halagos por alguien y, en esta fecha del Día del amor y la amistad, no es la excepción pero sí me parece oportuno entrar en verdadera reflexión y profundizar sobre el cómo y a quién incluimos en esa lisa pero también, qué nos impulsa hasta a veces quedarnos sin quincena, comprar el peluche más grande y derramar la miel almacenada; cuál es el significado que le damos o la reinterpretación individual de la festividad de este día… me es curioso profundizarlo y me encantaría hacerlo desde una mesa redonda con varios invitados, con cámaras y micrófonos pero luego recuerdo soy editorialista de prensa escrita y se me pasa… y es que hay tanto que desmenuzar, hay tanto que escuchar sobre las distintas ópticas que solo invitaré a que ustedes descifren las suyas.

La historia nos dice que probablemente, fue durante la Edad Media cuando se asoció el amor romántico a la figura heroica y mitológica de San Valentín, forjándose definitivamente la leyenda del patrón de los enamorados. La fábula fue creciendo y adornándose con el paso de los siglos hasta llegar a nuestros días y consagrarse en la actualidad como el día del amor y la amistad.

Después de este antecedente histórico, la pregunta es ¿por qué, según la mercadotecnia, debiéramos celebrar un día al amor en todas sus versiones? y no se mal entienda, puesto que no pretendo ser un “hate” de las compras desenfrenadas propias de la festividad ni mucho menos afectar a los comerciantes que viven de ellas, por el contrario, un detalle material que simbolice la buena intención de dar y recibir amor a través de un regalo siempre será un motivo de sonrisa y agradecimiento pero, si podemos ir más allá de un 14 de febrero ¿Por qué no cambiar un día por momentos continuos, una fecha por cada día y la timidez por la valentía de demostrarlo 24 / 7?

No hay bodega más grande que el corazón en un escenario espiritual pues, tiene la gran capacidad de poder poner en “frasquitos” a cada persona que está, estuvo y estará en nuestras vidas situándolos a cada quien en su debida proporción y repartir el amor que le corresponde a cada uno y esto no significa asociarlo con a quién le toca más o a quien menos de mi amor, sino tiene que ver con las distintas dimensiones en la que se puede amar. El amor es tan camaleónico, tiene caducidad, es cambiante, anatómico, mágico, puro, pasional, honesto, de pronto también, injusto, malagradecido, doloroso, es incluso, un medicamento natural para los males emocionales, en fin, es tan versátil. Siendo practico, la amistad, el cariño, la gratitud, la tolerancia, la empatía y cuantimás sentimientos se reducen a uno solo “El amor” por tanto ésta es la dimensión que envuelve y llena a el corazón y entonces, el cuestionamiento es cuál es espacio que le regalamos a cada frasco, cómo lo dosificamos, quién va en cada uno, y de qué tamaño es el que ocupa la familia, los amigos, nuestra profesión, lo hobbies o cuán grande es el del amor propio.

El amor es una conversación que los reguetoneros soeces, sin agraviar, no están listos para tener puesto que va más allá de sexualizar burdamente al sentimiento; no adulteremos a lo más bello pueda ser capaz de dar y tener el ser humano desde la concepción del mismo.

¿Te cuento un secreto? En un episodio disléxico, quise decir TE AMO, y las conexiones cerebrales hicieron corto circuito en mi boca y dije ETOMA y más que darme risa, convertí esa palabra en un estandarte para jugar el juego secreto de decirle a mis grandes amores cuanto los amo y entonces, de ahí pal real, mi dislexia amorosa me sostiene en esas letras: etoma a ti, etoma a mí, etoma en acción, etoma a diario… La dislexia está relacionada con una discapacidad de aprendizaje y su dificultad para traducirla escrita o verbalmente, así que podemos, sin problema, ser disléxicos amorosos puesto que no importa la forma de expresarlo, siempre y cuando el fondo no altere la intensión de hacerlo vitalicio.

El amor es el amor: disfrútalo, compártelo, llóralo, viértelo, conviértelo, altéralo…vívelo, solo eso. Da paso a él sin freno pero siempre contigo por delante. ¡Feliz vida en el amor!