Por: Fernanda Mata
Dolores, “Lola” para la banda, cuando menos pensó se encontraba con las manos atadas y conteniendo sus emociones a través de una pastilla, intentando dormir cada noche con otra pastillita diferente y por qué no, tomando una pastillita más por las mañanas para aumentar su energía y poder arrancar otro día haciendo exactamente lo mismo desde hace 35 años y, encima de todo, sumergida en su nombre haciéndole honores a él…
Las actividades voluntariamente repetitivas y diarias la llevaron a una inminente vida monótona. La inercia se convirtió en su mejor amiga y el piloto automático del boiler le quedaba corto a comparación del que llevaba su propia vida hasta que un día, sin verlos venir, los años ya estaban sobre de ella junto con un arsenal de medicamentos provocados por la ansiedad y depresión.
Las cosas no cambiaron mucho en todo ese tiempo. Antes el desayuno era para muchos, ahora solo para su esposo y ella; antes los regaños y apapachos (simultáneamente) eran para muchos, ahora solo entre ella y el susodicho; antes su tiempo era para muchos, ahora solo para quien le quiera ceder algo después de sus prioridades; antes su juventud y vitalidad eran para muchos, ahora el trapeador, la lavadora y la escoba son las ganonas y después de ello, solo le espera una lápida con su nombre grabado que la guardará junto con sus recuerdos para toda la eternidad…
¡Qué realidad la del diario de un desahuciado! En fin, literal es el diario, porque al ser todos los días lo mismo, pareciese hay una muerte anunciada en donde Dolores ha sido llevada en un carruaje fúnebre disfrazado de rutina y aburrimiento.
Es curioso, pero, uno espera (porque realmente lo esperamos no tanto porque lo busquemos o mucho menos que lo provoquemos) pero de verdad, esperamos que cada día sea el mejor; despertamos con la falsa ilusión de que pase algo distinto que cambie nuestra realidad y ¡oh sorpresa! la vida y su crudeza nos ha demostrado que no será así, pues haciendo lo mismo, nuestros días seguirán siendo iguales. He aquí en principio de la monotonía y del desahucio de nuestra motivación.
¿En qué momento de nuestras vidas perdemos el ingenio de hacer de cada día, uno diferente?, cuándo se agotó la creatividad de darle a nuestra vida ese giro inesperado o cuál será la ecuación de una vida emocionante y peregrina.
No es monótono ir a trabajar todos los días, hacer la comida, ir por los niños, lavar la ropa, eso es solo parte del itinerario de actividades que tenemos, sin embargo, pocas veces cedemos parte de nuestro tiempo para hacer un ligero quiebre e improvisar con alguna actividad distinta que realmente llene mis días de momentos que se alejen de lo mismo…
Me hace pensar que la monotonía es la antesala de la depresión y que en cada silla se sientan a tomar el cafecito la amargura, la desesperanza y la motivación y, por otro lado, también comparto la idea de Clifton Paul Fadiman que dice: “Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia”, es decir, se vale tener espacios muertos de nuestro día, hacer pausa a la rutina para dar paso al ocio pues las mejores ideas salen de esos momentos en donde, empotrado en la cama, te la pasas pensando, forzando a la creatividad a hacer lo suyo; espacios en los que te obliguen a desconectarte de lo mismo del día a día para poder recobrar energías pero, cuidado, procura que sean espacios cortos y esporádicos para no caer de nuevo en la rutina, de lo contrario, como cita Germaine de Staëln escritora e intelectual francesa: “Cuando uno se halla habituado en una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días”
No necesitamos de un terremoto que venga y nos recuerde que en cualquier momento y en cualquier circunstancia, la vida se acaba; tentemos a divergencia porque el día en que seremos llamados a la vida eterna, nuestra alma, en el momento de la muerte, queda fijada en esa situación en la que ella se encontraba en ese momento.
¿Imaginas cómo será la expresión de tu rostro cuando eso ocurra? No lo sé, pero se puede intuir que, si era una vida alegre, el semblante puede ser ese; si vivíamos en la agonía de dolor por una vida aburrida y depresivamente monótona ¿Qué rosto verán en ti?
Y aunque el diccionario diga lo contrario, hasta para un desahuciado siempre hay una esperanza de cambiar su diagnóstico… Ya en la eternidad no hay tiempo ni oportunidad para el arrepentimiento.