No es preguntarse de qué o por qué te sientes vacío sino ¿de qué nos estamos llenando? Seguramente, si entramos en verdadera inspección, será un hallazgo inquietante a la respuesta de la tan afamada pregunta ¿por qué me pasa esto a mí? Posiblemente hayas escuchado en repetidas ocasiones que “Lo que pasa alrededor de tu vida es lo que tú generas con tus acciones derivadas del pensamiento”, ¡pff! Cuando oyes esto, automáticamente, cual capitán América, levantas tu escudo que repele cualquier cosa que nos haga sentir culpables de lo que nos pase ¿a poco no? Y simplemente esto ocurre cuando queremos evadir lo que por elección nos corresponde y que, dicho sea de paso, el kamehameha de Dragon ball se queda menso a comparación de la bola de fuego fúrica que sale de uno cuando me dicen que yo tengo la culpa de algo. Sabemos que nosotros no siempre controlamos nuestro entorno ni lo que sucede en él, pero sí, sí y siempre sí, determinamos de qué manera “eso que pasa allá afuera va a afectar mi adentro”. Aún y cuando tu entorno (vida) no te presente las mejores condiciones, ni las más amables, ni las más sonrientes, tú y solo tú, tienes la decisión de qué hacer con ello. O sea, como me la pintes, eres solo tú el que altera el resultado.
Sí hay corresponsabilidad con el entorno, sin embargo, no todo lo que provoca él es mío o para mí, aún y cuando me impacte de manera directa. Te comparto rápido esto. Un día, en una plática filosófica entre amigas solté esta joyita de palabras en donde decía que nosotros éramos generadores de lo que nos pasa, entonces, una amiga me cuestiona diciendo: ¿significa que yo soy responsable del que mata, viola, lastima, golpea, humilla, desaparece o del que provocó una tragedia y un dolor enorme en mi vida?… Nooo, respondí con copa en mano y en voz alta -por supuesto que no eres responsable de tales bajezas, pero SÍ del cómo lo vives, lo aceptas, lo perdonas, lo resuelves y lo transformas porque es muy soberbio pensar que gocemos de algún privilegio que nos exente de pasar por esas cosas raras de la vida, diría la diosa de la cumbia. Fin de la plática.
La respuesta está en lo que debes hacer para poder cargar mañana con lo que sientes hoy, y que, además, eso no debilite tu estabilidad emocional ni tu proyecto de vida.
No te quites la responsabilidad de dejar en manos de otros, lo que solo tú puedes hacer con TUS emociones ante cualquier circunstancia, porque entonces vas a sufrir más y ¿sabes por qué? porque no hacerse responsable de lo que uno siente, es aventarle la paleta a otro sobre lo que solo tú DECIDISTE hacer y sentir. Ojo, hago una pausa para enfatizar que es innegable no sentir lo que sea que se sienta tras un madrazo de esos que le encanta a la vida ponernos de frente, es naturaleza humana, es símbolo de que estamos vivos, es instinto automático; es de los mortales escupir enojo, rabia, ira, tristeza, impotencia, decepción, etc., lo relevante está en la duración que le permites residir en tu alma y en la post recuperación que le inviertes para sanarlo. Sufrir es una decisión, es una especie de malestar crónico o permanente y, me atrevo a decir, que es más cómodo porque se convierte en la excusa perfecta para estancarme ¡Cómo he sufrido mucho! Cómo “me han hecho mucho daño” por eso me encierro, me aíslo, me amargo, me enojo, me desquito, agredo, sufro, etc., ¡porque tengo muchas razones!
Déjame decirte que el dolor es más válido que el sufrimiento, porque el dolor es, más duro, pero totalmente genuino, es sumamente honesto y puro, es real y completamente reversible; cala hasta el hueso, pero, es tan camaleónico que tiene la virtud de transformarse; el dolor es como una vacuna ¿de qué está hecha? pues del mismo virus para poder que tu cuerpo se haga inmune a ello; es fuerza, es antídoto, es lección, es impulso y así, como es normal que sientas y arda el piquete cada que te inyecten, el dolor es proporcional a esa misma sensación, es decir, lo sientes pero sabes que vivirlo consciente es la medicina llamada aprendizaje y que se va a acallar en mis decisiones futuras y posiblemente, va a funcionar como el antídoto al sufrimiento victimezco en el que nos encanta estacionarnos. En el sufrimiento clamas martirio (víctima) y en el dolor, alivio y por ende buscas la cura constante.
Después de seguir el contenido de una especialista en medicina psiquiátrica, la española Marian Rojas, quien hace una relación muy interesante entre la construcción biológica del humano y sus efectos físicos y emocionales desde el sustento científico es que te digo que, por ésta y muchos más estudios y expertos que la avalan, es válido pensar que las cosas que pasen a nuestro alrededor tienen impacto en mis emociones y que por ende, además de determinar mis conductas, lo hacen también con el buen funcionamiento de mis órganos, sin embargo, entiendo que es una fórmula compleja de comprender pues, sé que es difícil “intentar” reaccionar del lado B cuando siempre lo hemos hecho del A, pero créeme que es más triste ver cómo dejamos secar el alma y al cuerpo coleccionando sufrimientos por no darnos la oportunidad a reaccionar distinto de lo acostumbrado.
Te confieso algo, estos meses estuve ausente. Fueron días que pusieron a prueba mi entereza, mi fe, mi tranquilidad; viví uno de los miedos más grandes de mi vida y verme de cara a él fue aterrador; fueron semanas enteras de incertidumbre, de llanto, de mortificación; mi corazón se estaba secando de tanta angustia, mi ansiedad no se calmaba ni con tacos pero por eso hoy, como un testimonio más de los que puedas toparte te digo, que si no hubiera elegido a la calma para averiguar qué aprendizaje debía sacar de todo esto además de tomarme de la esperanza, la gratitud, el amor de familia y a la oración como mis pies para caminar, mínimo mínimo, una membresía vitalicia en el manicomio si me andaba comprando…
El problema del agua, en sus debidas proporciones y con el debido respeto, es algo muy similar a lo que le pasa a nuestro corazón cuando elegimos “vaciarlo” apartándonos de la oportunidad de aprender después de la tragedia, porque no nos anticipamos a purificar nuestros pensamientos y habilidades para poder sostenernos en pie en los periodos de dolor, porque vivimos inmersos en el desabasto de la auto estima, el auto aprendizaje y el auto control; dejamos la llave abierta de nuestro tiempo para desperdiciarla a cada segundo en buscar responsables de mi sufrimiento hasta que hoy me veo en tremenda sequia de ánimo, sin ganas de seguir adelante y nadando en las aguas turbias de mis pensamientos y, así como nos sentimos hoy, tan vulnerables y enojados ante la escasez del vital líquido, dirían mis amigos los reporteros, así debiéramos llenarnos de un sinfín de entrenamientos para el manejo de situaciones de peligro emocional, tantos que no haya cisterna que los pueda almacenar y se desborden en la presa que dé saciedad a nuestra calma y blinde un corazón y un cuerpo deshidratado por el sufrimiento.