Angélica Valle
En época electoral es común y recurrente encontrar “información” que demerita la función de aquellos que fueron elegidos por el voto popular.
Muchos de ellos se desgastan y gastan en buscar los “trapitos sucios” de sus supuestos oponentes, o de quienes podrían ser sus sustitutos y va en contra de sus intereses, ya sean personales o económicos, que para el caso da lo mismo, si llega el pariente o compadre, como quiera ganan.
Pero resulta que en ese afán por encontrar los “trapitos sucios” de sus contarios, se olvidan del blindaje propio, de borrar toda huella que pueda dejar sus propios trapitos sucios, se olvidan de lavar lo que requiere de alta pulcritud y cuidado.
Es tanto el afán de ventilar al otro que aun teniendo al enemigo en casa y muy cerca no lo ven, están enfrascados en “fabricar” información negativa del contrario y se olvidan de su propia imagen y antecedentes.
La imagen pública de un político ya no se construye en base a fotos o videos posados, el ciudadano común ya no se cree de todo lo bello y hermoso que realizan las autoridades municipales o gubernamentales que gastan millonadas en comprar tiempo y espacio en medios de comunicación.
El nuevo gobernante debe ir más allá de buscar a un seguidor cómodo o a modo, debe priorizar que el trabajo realizado y que, será analizado, es lo que debe cuidar, que a quien debe observar –sin caer en paranoia- es a quien forma parte de su equipo, o a aquél subordinado que en un momento se sintió desplazado o despedido.
Para mantener la imagen pública, ya no hay que buscar los trapitos sucios del oponente, hay que empezar por mantener pulcra y sanitizada la administración, no vaya a ser que esté asintomática pero completamente infectada de virus.