Angélica Valle

El que Monterrey sea, sobre todo el primer cuadro de la ciudad, la zona comercial, un lugar limpio, ordenado, que de gusto caminar por sus calles y estar orgulloso de esta gran ciudad es un anhelo, y un discurso reiterado por cada administración municipal que inicia.

Siempre se ha dicho que el comercio ambulante -que no está fijo- está regulado, que existe un reglamento municipal que le impide diversos aspectos, entre ellos el no obstaculizar las banquetas, mucho menos la vía pública, que no se quede estático, sino que circule entre las calles, que pague sus cuotas o al estar ilegal el comerciante puede perder su mercancía.

Es cierto que muchos “puesteros” fueron reubicados, se han construido mercados específicos para ello, se modificaron los reglamentos, las administraciones van y vienen, sin embargo, el comercio ambulante permanece y, por ende, Monterrey sigue siendo una ciudad sucia, desordenada y repleta de comerciantes en sus calles.

Nada de malo hay en generar trabajo para vivir, eso no es lo ilegal, incluso quizá ni colocar un tapete y ofrecer una venta al transeúnte.

Lo ilegal, lo mal hecho es que, pese a reglamentos, leyes, acuerdos, etcétera la situación prevalece por una sencilla razón: corrupción.

Corrupción que propicia el propio comerciante y soborna al inspector, o al revés, para que la venta continúe. Corrupción porque de nada sirve un reglamento si la mayoría de las veces se queda en el papel y nadie reúne, comunica o lo hace del conocimiento ya no digamos del comerciante ambulante, sino de la población en general.

La administración municipal que encabeza Luis Donaldo Colosio Riojas ya inició con un censo. ¡Oh sorpresa! Encontró que de los comerciantes autorizados existe casi un 200 por ciento más irregulares, que los permisos, decomisos y multas de la anterior administración están muy diferentes a la realidad. Es un primer paso.

No se trata de decomisar y dejar en la ruina a los puesteros, tampoco de reglamentar en base a anhelos. Se trata de regular, de ir al fondo de las mafias que mueven a esos puesteros, de ser constantes en que si los retiran no se vuelvan a instalar. Obvio que para ello se requiere de un ejercito de inspectores, pero si ese es el problema -uno de los más fuertes- habrá que ir paso a paso.

Un buen intento fue la ampliación de banquetas y plantación de árboles en parte de la Av. Juárez y en Juan Ignacio Ramón, ahí hasta bonito se ve -aunque sigue oliendo muy mal-, pero el problema se trasladó a la calle 5 de Mayo entre Juárez y Cuauhtémoc, donde la saturación de comerciantes llegó a cerrar la circulación vial.

Colosio también contempla una consulta pública para regular el uso del suelo en las zonas comerciales, otro buen paso.

Considero que a la par habrá que dar mucha difusión a esos dos pasos que se quieren dar en materia de comercio ambulante, informar en los medios, en redes, en pláticas ante grupos ciudadanos, pedir a las organizaciones no gubernamentales y sociales que lo divulguen, que no sea una consulta en donde el 3% de la población decida. No importa que vivamos en otros municipios, finalmente todos confluimos en el centro de Monterrey.

Hagamos que el símbolo de nuestra ciudad capital sea su belleza, su limpieza, pero, sobre todo, que genera riqueza con una alta calidad de vida.