«Esto con toda honestidad: no es una catástrofe, se puede cambiar Papa, ¡no hay problema!», sostuvo durante la conferencia de prensa de 45 minutos que ofreció sentado en una silla de ruedas dentro del avión papal.

El Pontífice de 85 años de edad, viajó a Canadá por una semana, pese a su problema de rodilla, que le orilla a utilizar bastón, andador y silla de ruedas.

«Creo que a mi edad y con esta limitación, tengo que ahorrar un poco (de energía) para poder servir a la Iglesia o, por el contrario, pensar en la posibilidad de dar un paso al costado», manifestó.

Comentó que ya no puede viajar como antes debido a sus problemas en los ligamentos de la rodilla y señaló que su viaje pastoral de una semana a Canadá fue «una prueba» que le demostró que necesita bajar el ritmo y, posiblemente, retirarse algún día.

Indicó que no había pensado en renunciar, pero apuntó que «la puerta está abierta» y que no hay nada malo en que un Pontífice dimita.

La visita a Canadá fue difícil e incluyó varios momentos en los que sufrió un claro dolor al levantarse y sentarse en las sillas.

Al final del viaje de seis días, parecía estar de buen humor y con energía, a pesar de un largo día de viaje hasta el Ártico en la víspera, donde volvió a pedir disculpas a los pueblos indígenas por las injusticias que sufrieron en los internados canadienses gestionados por la Iglesia católica.

«Intentaré seguir viajando y estar cerca de la gente, porque creo que es una forma de servir, de estar cerca. Pero más que eso no puedo decir», afirmó el sábado.

Confirmó que espera viajar a Kazajistán a mediados de septiembre para participar en una conferencia interreligiosa en la que podría reunirse con Cirilo I, el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, quien ha justificado la guerra en Ucrania. Francisco dijo que también quiere visitar la capital ucraniana, Kiev, un desplazamiento que no ha sido confirmado por la Santa Sede.