Dos años después del comienzo de la pandemia por coronavirus a nivel global, y tras no reportar ningún contagio por COVID-19 a la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante este tiempo, el Gobierno de Corea del Norte ha declarado el «estado de emergencia».

El líder norcoreano, Kim Jong-Un, ordenó el cierre de todas las ciudades, «llamó a todas las ciudades y municipios del país a confinar cuidadosamente sus zonas”.

Fábricas, negocios y hogares deben ser cerrados y reorganizados para «bloquear impecablemente la extensión del malicioso virus», añadió.

Hasta el jueves, el régimen de Kim había negado que tuviera casos de COVID, una afirmación que los expertos de Estados Unidos, Japón y otros países han puesto en duda. 

Expertos señala que cualquier brote de COVID-19 en Corea del Norte, si se generaliza, podría ser potencialmente devastador dado que el país tiene un sistema de atención médica anticuado y es probable que ninguno de sus 25 millones de habitantes estén vacunados tras haber rechazado las ofertas de dosis de la OMS, China y Rusia.

En agosto de 2020, Corea del Norte dijo que estaba impulsando el desarrollo de una vacuna contra el virus, pero desde entonces apenas ha mencionado las vacunas. 

Las drásticas medidas de contención de COVID de Corea del Norte han empeorado los problemas económicos del régimen, particularmente el cierre de la frontera hace más de dos años con China, su mayor socio comercial. Junto con las sanciones internacionales, las medidas han afectado a la economía de Corea del Norte.

Durante toda la pandemia, Corea del Norte se había vanagloriado de su habilidad para mantener el virus fuera de sus fronteras. En un desfile militar en 2020, Kim agradeció efusivamente a los ciudadanos y los militares los esfuerzos realizados.