En una medida que ha provocado sorpresa y confusión, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, incluyó en su lista de aranceles globales a las remotas islas Heard y McDonald, un archipiélago australiano deshabitado y protegido como Patrimonio Natural de la Humanidad por ser el hogar de pingüinos y focas, pero sin presencia humana ni actividad económica.
La decisión forma parte de una serie de gravámenes del 10% impuestos a 184 países y territorios, como parte de la política comercial de “mano dura” que Trump impulsó durante su mandato, con el argumento de proteger los intereses de Estados Unidos frente a lo que considera prácticas comerciales injustas.
Las islas Heard y McDonald, localizadas en el océano Índico, son reconocidas por su aislamiento y biodiversidad única. El gobierno australiano ha reiterado que no existe ninguna operación comercial desde esa región, que solo recibe visitas ocasionales con fines científicos.
A pesar de ello, el archipiélago apareció en la tabla oficial difundida por la Casa Blanca entre los territorios sujetos al nuevo arancel base del 10%, lo que ha generado críticas y burlas sobre la lógica detrás de estas medidas.
No fue el único caso curioso: Tokelau, una dependencia de Nueva Zelanda con apenas 1,600 habitantes, y las islas Cocos, otro grupo de islas australianas con población mínima, también fueron gravadas dentro del mismo esquema arancelario.
Expertos señalan que este tipo de decisiones evidencian una aplicación mecánica y poco precisa de la política comercial estadounidense durante ese periodo, más enfocada en el impacto mediático que en su efectividad práctica.
Mientras tanto, los únicos “afectados” visibles en estas islas siguen siendo los pingüinos, focas y aves marinas que, ajenos a la geopolítica, continúan habitando una de las regiones más prístinas del planeta.