Quito, Ecuador.- Daniel Noboa logró la reelección presidencial este domingo en medio de un clima de violencia, desconfianza institucional y fuerte polarización política. Con el 97% de los votos escrutados, el mandatario de 37 años obtuvo el 56% de los sufragios frente al 44% alcanzado por su contendiente, Luisa González, representante del movimiento Revolución Ciudadana y aliada del expresidente Rafael Correa.

Desde la ciudad costera de Olón, Noboa celebró lo que calificó como una “jornada histórica” y aseguró que “no queda ninguna duda de quién es el ganador”. En contraste, González rechazó los resultados oficiales y acusó irregularidades durante el proceso electoral, afirmando que no reconocería los datos proporcionados por el Consejo Nacional Electoral.

Hoy no reconocemos los resultados”, dijo la candidata en un mensaje desde la sede de su partido. “Declarar un estado de excepción en medio de un proceso electoral por una supuesta grave conmoción interna es muy cuestionable”, añadió, en referencia a la medida decretada por Noboa en siete provincias, consideradas bastiones del correísmo, un día antes de las votaciones.


La jornada electoral estuvo marcada por un fuerte despliegue de seguridad y la sombra de un país profundamente afectado por la violencia vinculada al narcotráfico. En los últimos cinco años, Ecuador ha pasado de ser una nación pacífica a convertirse en uno de los principales corredores del tráfico internacional de drogas, con motines carcelarios, asesinatos políticos y atentados a plena luz del día.

Noboa, heredero de un emporio bananero y formado académicamente en Harvard, llegó al poder en 2023 tras una elección extraordinaria convocada por su antecesor en medio de un proceso de destitución. Desde entonces ha intentado posicionarse como un líder de mano dura, aunque los resultados han sido dispares: si bien al inicio de su mandato se registró una baja temporal en los homicidios, los índices de violencia volvieron a aumentar.

Entre sus medidas más polémicas destaca la declaratoria de «conflicto armado interno», que permitió al ejército patrullar cárceles y calles. La intervención fue aplaudida por algunos sectores, pero criticada por organizaciones de derechos humanos que denunciaron excesos y violaciones a las libertades civiles.

La desconfianza hacia el proceso también se vio reflejada en la polarización en las calles. Mientras cientos de simpatizantes de Noboa celebraban en Quito con banderas y recortes de cartón con su imagen, seguidores de González exigían un reconteo inmediato de los votos.

Noboa ha prometido retomar el control de las calles y reactivar la economía, que enfrenta un serio deterioro. Según cifras oficiales, solo el 36% de los ecuatorianos cuenta con empleo adecuado, lo que ha contribuido al malestar social y a una creciente migración hacia Estados Unidos y Europa.

A pesar de las críticas, Noboa continúa proyectando una imagen de liderazgo en redes sociales, donde su presencia es constante.

El nuevo periodo presidencial representa una oportunidad para que Noboa consolide su gobierno y atienda las demandas urgentes del país. Sin embargo, el ambiente político crispado, la crisis de seguridad y la tensión con actores internacionales —como México, tras la incursión policial en su embajada en Quito— configuran un escenario complejo para su administración.