Por: Fernanda Mata

Un niño jugaba con sus amigos futbol callejero, mientras su abuela lo veía por la ventana, cuando de pronto ¡pum! ¡zaz! ¡pow! ¡ouch! golpes por todos lados cual final de campeonato de lucha libre en equipos…

Pero antes de saber el final de la historia, permíteme hacer un paréntesis que dé contexto a esta plática…

La Real Academia de Lengua Española nos dice que la palabra comunicación es la transmisión de señales (mensaje) mediante un código común (lenguaje) que el emisor (el que manda el mensaje) envía  al receptor (el que recibe el mensaje). Esto significa que para poder cumplir con el objetivo del ciclo, se necesitan dos participantes más un mensaje con un código en común  y, por supuesto, que se genere una respuesta para que se forme el circuito de la comunicación efectiva.

Entonces, la conclusión de esta breve clase de español es que, ciertamente, la comunicación, por su propia naturaleza, siempre tendrá “alguien/algo” que mande un mensaje y “alguien/algo” que lo reciba, generándose una respuesta, además, de una inminente retroalimentación en caso de que el ejercicio se vuelva repetitivo.  Esto me lleva a una profunda reflexión, porque significa que todo lo que hay a nuestro alrededor nos “dice algo”;  un color nos dice algo, una actitud nos dice algo, una postura nos dice algo, un silencio nos dice algo, un sentimiento nos dice algo, un “oufit” nos dice algo, absolutamente todo lo que alcancemos a ver, girando en nuestro propio eje, tiene un mensaje implícito, es decir, que TODO COMUNICA ALGO. Lo interesante es la interpretación que damos a esos mensajes pero lo realmente valioso, son los mensajes que nosotros mandamos y cómo los mandamos. Eso es “Comunicación con la vida”.

La comunicación es tan vital como compleja, tan simple como equivocada y tan virtuosa como desastrosa…

En un ejercicio verdaderamente valiente, pregúntate a ti mismo, en silencio, al fin que solo están tú y conciencia: ¿cómo me comunico con la vida?

Quizá en este momento sea una pregunta que no te haga mucho sentido, así que deja termino de contarte la historia del niño

La abuelita no daba crédito de lo que veía por la ventana, así que avienta el tejido, se para de la mecedora, abre la ventana, agarra aire y pega aquel grito macabro: -¡Héctor, venga para acá!

No sé  ustedes pero a mí me ponía a temblar el hecho de escuchar a mi mamá llamarme por mi nombre completo porque significaba tragedia-regaño-castigo… en fin, Héctor, huérfano de padres, atiende al llamado de su abuelita y sube apresuradamente las escaleras hasta llegar al cuarto donde estaba ella, tan firmemente parada y con una mirada que podría taladrar las paredes. Ella lo ve fijamente y dice con voz enérgica – Es usted un mentiroso por decirme que se portaría bien, sin embargo, ahí andaba dando de golpes por todos lados sin importar a quién le cayeran. Hágame el favor de ir por su pelota in me dia ta men te…

¡Qué nervios!, porque insisto… ya cuando te hablan como en sílabas, o sea pausando la palabra en partes, con voz de sargento y además le agregan un tronido de dedos entre canto y canto, pues sí te anda dando miedito… ¿o no?… Pues el niño hace caso, va por su pelota y comienza la lección…

Ya con pelota en mano, la abuela dice: – Aviente la pelota cinco veces a la pared, ¡Ándele! -se las cuento… una, dos, tres, cuatro y cinco. El niño obedece.

La abuela pregunta: -¿Qué pasa cada vez que la avienta?

Niño: – Se me regresa

La abuela responde: – Pues eso pasa en la vida, ¿qué pasa si usted avienta amor?

Niño:- Se me regresa

La abuela vuelve a cuestionar:- ¿Qué pasa si usted avienta odio?

Niño (ya con voz entre cortada y mirada caída): – Odio

Y la abuela, tan sabia como todas las abuelas, remata diciendo: -¡Pues piense muy bien que le va a “aventar” a la vida porque eso es lo que le va a regresar!

Díganme por favor si no es una chulada de enseñanza. Mejor explicado, IMPOSIBLE. Son de esas historias de la vida real y le sucedió a un gran comediante mexicano.

Pregunto de nuevo: ¿cómo te comunicas con la vida?

Te invito a cuestionarte de manera muy, muy honesta y hacer un ejercicio de autoevaluación. Ya después trabajarás en las respuestas, por lo pronto empezaremos por analizar cómo es tu discurso con la vida. Entiendo que pueda ser complicado al principio,  porque déjame decirte que es una de las preguntas más difíciles de entender debido a que solemos cuestionar de afuera hacia adentro, desde lo que lo que los demás “me hacen”, desde la playera de la victimes y no está mal, es más, nada está bien ni mal, solo ES, pero lo que es cierto, es que los resultados son distintos dependiendo de la plataforma desde donde se cuestionen. ¿A qué me refiero con plataformas?, a aquellas posturas que nos fabricamos para manifestar en acciones lo que dictan nuestras emociones.

Pensémoslo así: lo que le damos a la vida, es lo que habita dentro de nosotros pues, no damos lo que no tenemos simplemente porque no lo conocemos.

Recuerden que les platicaba de estar siempre en estado receptivo, en este estado que me permite potenciar mi capacidad de observación, análisis, reflexión y acción de mí mismo, de mí hacia los demás y de los demás hacia a mí; así que me puse a experimentar un poco y en un par de ocasiones me dediqué solo a observarme en varias situaciones de mi vida, cual psicóloga que habita en mí. Observé mi comportamiento y el de las personas conmigo; observé mi forma de expresarme, el contenido y trasfondo de mis palabras y acciones y me di cuenta que si bien es cierto, mi reflejo de hoy, es la explicación del ayer y eso es muy válido, pero no por ello, significa que va de la mano con una justificación y ése es probablemente el mayor error en el que caemos y más frecuente de lo que pensamos: asumir que mi pasado es la justificación de mi presente.

En alguna ocasión hemos “justificado” las palabras, acciones o situaciones de las personas porque conocemos sus historias de vida, por ejemplo: podemos entender que una persona que vivió en un entorno sumamente violento donde los golpes, humillaciones y la nula democracia en casa, lo hagan ser de la misma forma en su presente; o una cineasta haya decidido serlo porque su papá era filósofo y su mamá una artista de la pintura y escultura y el arte era lo familiar; el hijo abogado que sería el sexto en la generación de su árbol genealógico en ejercer la abogacía o qué tal, la señora a la que para todo le oyes decir NO, su discurso de vida recurrente es negativo, no valida ni da crédito a nadie, todo está mal y siempre es la víctima del cuento y entonces, le rascas un poco a su vida y entiendes que desde pequeña en casa nadie tenía voz ni voto, solamente su papá y por tanto en su adultez no es capaz de validar nada porque asume que su “misión” es hacer que lo demás entiendan lo que ella sufrió.

La comunicación efectiva para la vida no es nada nuevo, no he descubierto el hilo negro de nada. Esto lo hemos visto desde hace siglos en frases hechas, en leyes divinas, leyes físicas, etc. Seguramente has escuchado algunas como “Justicia divina”, “El que obra mal, se le pudre el tamal”, “La ley de la atracción”, “Lo que piensas, lo atraes” o “La vida es un boomerang” pero después de haber escuchado la lección que la abuelita le dio a Héctor, ha cobrado en mí, un significado tremendo siendo uno de los mayores aprendizajes que he tenido y de las más grandes herramientas que hoy utilizo y, es que ahora entiendo que la forma en la que me comunico con la vida, es lo que lo que habita dentro mí y que por tanto, soy tan responsable de lo que doy y lo que recibo de ella y de cómo lo uso a mi favor y bienestar y que con toda honestidad, no puedo responsabilizar/culpar a nada ni a nadie de las decisiones que tome en mí pese a lo que haya vivido; debo elegir guiarme por la conciencia, por tener un día a día donde sepa identificar el para qué de lo que diga/haga, de saber asumir las consecuencias y medir los resultados de mi caminar, de los favorables y los que no los sean tanto.

Sugiero que no dejes de hacer este ejercicio consciente diario y que requiere de tus múltiples virtudes como la perseverancia, porque seguirán apareciendo momentos que pongan a prueba tu paciencia, tu tolerancia y/o empatía y puede que, de no controlarlo, se llegue a reventar el filtro que tenemos entre lo que pensamos y lo que debemos decir. Por ello, es relevante proponer que elijas una plataforma de práctica. Mantente muy alerta de tu discurso, obsérvate, cuestiónate, autoevalúate: lo que digo/hago, es desde la plataforma de la queja, de la víctima, desde la de empatía, desde la del juicio, desde la de “el que me la hace la paga”, desde la de “te lo digo Juan para que escuches Pedro”, desde la del amor, desde la del perdón, del auto sabotaje… ¿Desde cuál? No dejes de platicar con tu más grande aliado, contigo mismo; mantente en esta tarea continua de responder ¿cómo es mi discurso la mayor parte del tiempo? ¿Tengo claro mi propósito cuando hablo o hago algo? ¿Hablo construyendo o destruyendo?

Te cuento una rapidísima: Mi discurso recurrente era mostrarme como una persona sumamente fuerte, independiente y autónoma, que todo podía resolver, que nada se me podía atorar, que “el no se puede” no existe, que nada me daba miedo… o sea la “mera mera”,  ¡y claro! Cada que rebotaba la pelota en la pared, me regresaba situaciones similares para seguir teniendo la razón de lo “power girl” que asumía que era, pero yo no quería eso todo el tiempo, de pronto yo esperaba que alguien me pudiera resolver, me pudiera hacer sentir vulnerable, porque era mucho peso el que yo solita me adjudicaba por mi necedad de que nada me hiciera parecer frágil… ja ja ja ¿cómo pretendía recibir eso? si no era lo que daba, no era la imagen que yo le estaba vendiendo a las personas. Si bien es cierto que me reconozco con esas virtudes de las que les hablé, también aprendí a identificar que desde la plataforma de la soberbia en la que estaba montada, las cosas no funcionaban así y requerí poder aceptar que no todo lo sé, no todo lo controlo y no todo lo puedo y como este ejemplo, muchos.

Lo más maravilloso de todo, es que siempre es un buen momento para modificar tu discurso interno, por la simple razón de que todo en este mundo, es perfectible, modificable y maleable, así que dale el sí al second chance y no te presiones, recuerda que todos viajamos a ritmos diferentes así que no leas relojes ajenos.

Recuerda que este espacio no es una ventana de exhibición, es un espacio de complicidad entre las experiencias que te comparto, las que a ti te hacen sentido y los aprendizajes mutuos que nos llevamos para poder tomar acción de lo que está funcionando en nuestras vidas y de lo que no. Así que sigamos construyendo esta red de apoyo. Bota y rebota la pelota en la pared donde des y te regrese todo lo que vaya en sintonía con tu proyecto de vida.

Y como en todo proceso de comunicación existe el “feedback”, te invito a probar la sugerencia de hoy:

Sigo atenta y en SINTONÍA FM

#Fernandamata #SintoníaFM #Comunicaciónparalavida