El Museo de Historia Mexicana invita a conocer la renovada Galería de Castas, una extraordinaria colección de pinturas de gran valor estético e histórico, únicas en el mundo, que reabrirá sus puertas a partir del jueves 13 de octubre, con museografía renovada para albergar una mayor cantidad de pinturas.
Desde hace casi diez años (2013), la Galería de Castas, custodia y difunde la colección de la señora Lydia Sada de González y su familia. Cedida gentilmente en comodato al museo para su exhibición pública, en el 2022 se complementa con ocho nuevas piezas de la escuela quiteña, procedentes de la misma colección.
Para su reapertura, la galería exhibirá 141 obras de este género pictórico desarrollado en los virreinatos de Nueva España y, en menor medida, en el de Perú, desde inicios del siglo XVIII hasta la primera década del siglo XIX, como una consecuencia de los procesos de independencia en América.
El espacio donde se exhibe la colección es el resultado del esfuerzo de diversos apoyos financieros del sector público y privado, con el objetivo de difundir y motivar el estudio, aprecio y conocimiento de este tesoro nacional, patrimonio artístico e histórico de México y el mundo.
La pintura de castas consiste en una serie de obras que muestran una escena familiar, ubicada en un espacio urbano o rural, donde aparecen una mujer y un hombre de distinto origen y uno o dos hijos o hijas que resultan de su unión. La pieza incluye inscripciones que señalan la condición de los integrantes, con la idea de asentar un destino social y moral que procede del linaje y que, al ser hereditario sentencia el futuro de una persona.
Los estudios críticos de este género pictórico presentan diversas tesis sobre su origen y desarrollo: como representaciones del mestizaje ocurrido entre los principales grupos poblacionales en América -españoles, indios y africanos-; en función de recuerdos exóticos en los gabinetes de coleccionistas europeos y americanos; para fungir como una clasificación “racial” con fines científicos y políticos en beneficio de la corona española y, finalmente como un género emblemático de un grupo de pintores criollos para reafirmar su posición estamental en la sociedad virreinal.
Actualmente, la idea de raza, concebida como la creencia de que las personas se clasifican en grupos biológicamente distintivos, cada uno con sus propias características físicas, sociales e intelectuales, es un concepto erróneo. La “raza” obedece a una construcción social determinada bajo conceptos históricos, económicos, políticos y sociales que han servido para establecer jerarquías, divisiones y segmentación entre los humanos.
DESDE EL VIRREINATO DE PERÚ
Junto a las numerosas series de castas que se realizaron durante el siglo XVIII, existieron otros modos de ver e interpretar el mundo americano, reflejados en las pinturas de arquetipos o modelos locales.
En la Audiencia de Quito, que perteneció al Virreinato del Perú y posteriormente al de la Nueva Granada, el origen de estas representaciones puede encontrarse en la repetición de esquemas formales y tipos iconográficos difundidos a través de grabados europeos, en particular flamencos.
Los artistas quiteños dotaron a sus obras con una visión local sobre su realidad, reflejan la diversidad de la flora, la fauna y hacen referencia a sus prácticas culturales. Los protagonistas son representados de manera individual, ataviados en función de su procedencia étnica y de su estatus social: un indio principal de Quito, una yapanga y dos imágenes de indios yumbos.
Las figuras se sitúan en paisajes abiertos en los que se incluyen elementos de la naturaleza nativa, por ejemplo, árboles frutales, de cuyas ramas cuelgan sus frutos y algunos de ellos se disponen abiertos, en dimensión tan mayúscula que compiten con la escala humana.
La información que se ha compilado sobre esta serie indica que puede estar relacionada con el taller de los pintores quiteños de apellido Albán, entre los que sobresale Vicente. Este autor realizó, en 1783, varias series de seis cuadros, una de las cuales formó parte de las colecciones del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y desde ahí se integró en la Sección Etnográfica del Museo Arqueológico Nacional hasta 1941, año en el que ingresó al Museo de América, donde se conservan.