Sintonía FM
Por: Fernanda Mata
El ruido de un taladro es ensordecedor, una lesión con arma de hoja de papel en tu dedo es sublimemente dolorosa… pues con esa misma intensidad y con ese mismo dolor pueden ser las palabras cuando salen expulsadas como balas con un único propósito: cambiar el mundo del otro y aun así, las historias siempre pueden tener un final feliz… te cuento.
Quizá no lo habíamos dimensionado, quizá sí; quizá exagero, pero, lo que sí es una realidad comprobada por los expertos del comportamiento humano, es que, de momentos, de personas y de palabras están sostenidos nuestros recuerdos. Puede que en las palabras se recargue el mayor peso que dé memoria a los mejores o peores episodios de nuestra existencia; las palabras suelen ser proyectiles despiadados o flores hermosas arropando nuestra autoestima, todo depende de la boca que las lance…
“Nosotros creamos mundos en el otro”, es una de las frases que más ha removido mi corazón y que le ha dado una explicación lógica a mi razón y es que, la función de las palabras suele ser el apoyo más claro de lo que mi mente/corazón quiere decir y en este afán de “decir” lo que sentimos y pensamos, vienen las regadas de tepache y cometemos voluntaria o involuntariamente las más grandes y traumáticas heridas del alma.
¿Podemos crear distintos mundos en el otro? ¡hombre! Solo recuerda cómo te sentiste cuando te dijeron que te veías guapísimo con ese color de camisa o, cuando te dijeron que ese labial no le quedaba al tono de tu piel, que esa ropa te hacía ver un poco más frondosa o peor aún, cuando te repetían cual coro de una canción de seño dolida: ¡inútil! ¡bueno para nada! ¡nada haces bien! ¡no vas a poder! Etc., etc., etc. De verdad, ¿crees que las palabras no alteran la realidad del otro? de verdad, ¿crees que no podemos impactar en el mundo del otro?, crees que decirle a tu hijo: “tú eres mejor que todos y los demás no lo son” sea el camino correcto a la formación de su autoconocimiento, no será más bien que: ¿le estés generando un sentimiento de grandeza que, si no se logra regular, se convertirá en soberbia? Sí, claro que sí podemos crearles un mundo distinto a las personas.
La equivocada interpretación del gran amor que tiene una persona sobre otra llámese amiga, pareja, pero sobre todo madre, nos lleva a elegir el equivocado rol de ser un gendarme de una cárcel de máxima seguridad en donde nada del exterior puede penetrar en la vida de nuestros seres queridos sino pasa por nuestra supervisión, claro, con el objetivo de no contaminarlos, pervertirlos o quién sabe que otro pensamiento controlador venga de ahí y, somos poseídos por el traje de sargento y confesor para aventar instrucciones a cada segundo tales como: “no escuches esto, no leas esto, no, no , no y más no”, lo anterior suele llevarlos a una gran confusión y restarles la capacidad de poder discernir en un campo más experimentado del que fueron privados por las telarañas que los adultos traemos cargando y sin querer queriendo, se las echamos a los demás.
No sabemos cómo dosificarles la información, cómo lograr una clasificación correcta de toda la que tenemos al alcance, pero, créanme, la censura no es lo viable porque cuando lo hacemos, estamos creándoles un mundo de lleno de morbo, de “todo es malo”, de codependencia a nosotros y de la misma forma, pero al revés volteado, diría mi madre, también podemos crearles un mundo equitativo, justo, donde tengan la capacidad de catalogar la información, evaluarla y determinar si les funciona o no; no es un tema contra las mamás o papás, yo lo soy y tengo una adolescente que comienza esta ruta del despertar de su personalidad, más bien el propósito es mostrarte que como padres de familia, lo que digamos a nuestros hijos, lo que les repitamos será la realidad que les crearemos y me refiero a los papás, no para evidenciar el trabajo que hemos hecho, sino porque las palabras de los amigos o de la pareja no pesan más como la del papá.
Es un tema controversial, lo sé, porque también entra la parte en donde nosotros sabemos si las palabras que vienen del otro las atrapo, me las quedo y hago que me afecten o no; sino, lo que quiero engrandecer es que, en la etapa vulnerable de nuestros hijos podemos, con nuestras palabras, impregnarles de nuestros miedos, de nuestras alegrías o de nuestras carencias.
La persuasión es una gran capacidad que poseemos y es el arma de mayor influencia que tenemos para con las personas, tal cual como lo dice la frase homenajeada de hoy: “Somos capaces de crear mundos en los demás con lo que les decimos” la pregunta es: ¿qué mundo les creamos o les queremos crear?
La castidad de pronto está asociada con lo prohibido, lo pecaminoso, lo indecible sin saber que, la castidad es la prudencia y la gran virtud de tener templanza, es decir, la cualidad humana que induce a usar o hacer las cosas con moderación. Necesitamos castidad de oído, de pensamiento, de palabra y de acción para que no nos imposibilite tener un panorama más abierto, discreto, pero sumamente real y actual. No pretendo polemizar con el término sino reflexionar desde lo más profundo de nuestro compromiso por el respeto y el bien común haciendo que todo lo que salga de nuestra boca pueda trascender favorablemente en la autoestima y en las decisiones de las personas de una manera positiva y bellamente funcional para la auto felicidad.
La invitación es a poder colocar un dispositivo regulador entre la boca y el pensamiento para poder filtrarlo de la manera más sana y políticamente correcta pero “aguas” porque si no le has dado mantenimiento a ese dispositivo, puede que las palabras salgan turbias, hirientes y echadas a perder y entonces sí, agárrate porque una vez salido el chistecito, ya es muy difícil limpiar el desastre… este regulador es el que te da conciencia y mesura de palabra, es la vocecita que te cuestiona en milésimas de segundos antes de abrir tus bellos labios.
Insisto, vivimos en un mundo tan diverso en donde, ni todo es malo, ni todo es pecado, y no todo funciona enseñarlo a los hijos sin la dosificación pertinente a su edad, es decir, tan equivocado es mostrarles un vida “living la vida loca” como encerrarlos en una burbuja de cristal y no mostrarles el mundo real; tan equivocados estamos en no mesurar la franqueza de nuestros pensamientos en lo que decimos, como omitir lo que verdaderamente se tiene que decir, siempre y cuando el respeto vaya por delante.
Así que hoy brindemos por una vida casta y virginal en el más puro sentido de tener templanza en nuestros pensamientos y hacerlo desde la analogía que responda a un estado de pureza del alma, de intención y amor al prójimo para que lo que salga de nosotros, sea verdaderamente encausado a bienestar colectivo, de vivir bajo el yugo del respeto y aislando al amor disfrazado de miedo y sobreprotección para no crear mundos falsos, fantasiosos, errados de la realidad y traumáticos para nuestros seres más preciados… y tú ¿renuncias a la castidad?