Amor de Dios, mayor herencia del cristianismo Papa Francisco

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Marruecos.- En la culminación de su gira por Marruecos, el Papa Francisco celebró la Santa Misa dominical en el estadios Principe Moulay Abdellah en la ciudad de Rabat.

Con atuendo color rosa distintivo del cuarto domingo de Cuaresma y que indica relajación del rigor penitencial y la alegría que emana ante la proximidad de la Pascua, el Santo Padre habló del hijo Pródigo.

En donde destaca la dualidad del padre, por un lado, la alegría con la que el padre recibe al hijo «esperado y añorado» a quien abraza y organiza una fiesta para celebrar su regreso; y por otro, la irritación y la cólera que despierta este gesto en su otro hijo, quien no puede entender el comportamiento compasivo de su progenitor ya que considera que su hermano «no es digno ni merecedor de tal perdón».

«Así, una vez más sale a la luz la tensión que se vive al interno de nuestros pueblos y comunidades, e incluso de nosotros mismos», dijo Francisco subrayando que se trata de una tensión que desde Caín y Abel habita en nuestros corazones y que estamos invitados a mirar de frente: «¿Quién tiene derecho a permanecer entre nosotros, a tener un puesto en nuestras mesas y asambleas, en nuestras preocupaciones y ocupaciones, en nuestras plazas y ciudades?».

En este sentido, el Sucesor de Pedro, recuerda que son muchas las circunstancias que pueden alimentar la división y la confrontación, ya que «siempre nos amenaza la tentación de creer en el odio y la venganza como formas legítimas de brindar justicia de manera rápida y eficaz».

No obstante, Francisco señala que lo único que logran estos sentimientos «es matar el alma de nuestros pueblos, envenenar la esperanza de nuestros hijos, destruir y llevarse consigo todo lo que amamos».

«Por eso Jesús nos invita a mirar y contemplar el corazón del Padre», continúa explicando el Papa- «sólo desde ahí podremos redescubrirnos como hermanos, sólo si cada día somos capaces de levantar los ojos al cielo y decir «Padre nuestro» podremos entrar en una dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a vivir no como enemigos sino como hermanos».

Asimismo, el Obispo de Roma hizo hincapié en la frase con la que el padre contesta a los reproches de su hijo mayor, celoso de su hermano: «Todo lo mío es tuyo» (Lc 15,31).

«Y no se refiere tan sólo a los bienes materiales sino a ser partícipes también de su mismo amor y compasión», añade Francisco, indicando que esa es precisamente la mayor herencia y riqueza del cristiano; «porque en vez de medirnos o clasificarnos por una condición moral, social, étnica o religiosa podemos reconocer que existe otra condición que nadie podrá borrar ni aniquilar ya que es puro regalo: la condición de hijos amados, esperados y celebrados por el Padre».