SINTONÍA FM
-Comunicación para la vida-
Por: Fernanda Mata
La historia comienza así…
Zara, sometida a una creencia errónea, con directrices dañinas y poco empáticas, inmersa en una serie de acciones/costumbres que recaían en falsos resultados; tan rutinaria como confundida y las decisiones tomadas eran equivocadas tanto como el camino que recorría. En su momento, pareciera ser congruente con su idea armónica de vivir, pero sucedió lo que a muchos nos pasa, un día la vida te pega una cachetada guajolotera y te dice: ¡Despierta, por aquí no es!, y el chiste de esto es realmente identificar con claridad que por ahí no es y que, como lo hemos platicado anteriormente, estar en estado receptivo es lo que te dará luz para hacerlo… El tema es que Zara, después de una caída tremenda donde su vida física y emocional pendía de un hilo, decidió ¡colgar los hábitos! Dejó de idealizar “eso” que concebía como correcto. En pocas palabras, dormía con el enemigo.
Es muy doloroso abandonar tanto tiempo dedicado a un servicio que, hoy entiende, era el equivocado; en su momento creía que era lo conveniente. Simplemente se sentía feliz. Cada día era vivirlo en aparente certidumbre porque funcionaba como una máquina perfectamente configurada en donde apretaba el botón de on y se transformaba en Robotina de los supersónicos (si no sabes de quién hablo, no te preocupes, significa que eres más joven que yo, así que, ahí la dejamos). En fin, me refiero a ser un robot, sin conciencia de acción.
Romper con ello, no es tarea fácil. A veces falta valentía para alejarnos de lo que suponemos nos mantiene “a gusto” cada día, cuesta mucho trabajo hacer desaparecer la idea equivoca de hacernos felices con lo que hacemos y por eso, muchas de las decisiones que tomamos, son la construcción de la interpretación que entendemos del “sentirme bien”; En otras ocasiones, el volver a empezar no es opción porque somos perezosos por naturaleza, y en otras tantas, es difícil abandonar por prejuicios, miedos o por “el qué dirán”…
Fue entonces que Zara, un día decidió ¡colgar los hábitos!, sí, hacer desaparecer por completo los hábitos tan tatuados en su esencia de los que estaba impregnada después de tantos años de practicarlos y de los cuales, estaba a su servicio y merced. Dejó de idealizar “eso” que concebía como lo correcto: el hábito de sobrevivir en lugar vivir, el hábito de anteponer todo menos a ella, el hábito de no alimentar correctamente al cuerpo, alma y espíritu, el hábito de ser pesimista, de no dormir bien, de morderse las uñas, de rascarse las axilas, de no levantar la ropa del baño, de tirar la basura fuera del cesto, de desacreditarse a sí misma y al otro y quizá el más alarmante, el hábito de no amarse por sobre todo. La lista puede ser extensa y si quieres, puedes ir haciendo la tuya en el diario que escondes bajo la almohada, nadie la verá.
Es increíble que a veces no alcanzamos a ver cómo estamos trasgrediendo nuestra voluntad por seguir anclados a algo que está más que probado que no te funciona y que no logramos ver cómo “ese mal servicio que le damos a nuestra vida” y mucho menos como algo urgente que hay que desechar porque hace daño, porque no es conveniente, y porque somos necios a seguir unidos a ese verdugo que se dice llamar: MAL HÁBITO.
Estamos tan acostumbrados a enraizarnos en un estado de resistencia, en donde lo que es común, conocido o nos es familiar es lo más cómodo.
No nos vayamos tan lejos, podemos echarnos unos tacos de carnitas sin importar lo que piense mi hígado, mi corazón o mi azúcar, por demás decir que es delicioso, sin embargo, el riesgo está en hacerlo sin mesura; podemos seguir crucificando a los demás sin importar lo que me venga de regreso. Si bien es cierto, hay una ley de vida que es enormemente cierta: nosotros somos generadores de todas y cada una de las decisiones que tomamos y responsable de asumir sus consecuencias y por ello, cuestionarnos por qué me pasa tal o cual o cosa, no es opción, es ley atracción.
Es muy válido mandar al clóset la indumentaria que me quito para cambiarla por otra mejor, si funciona comprarte otra ropa llámese costumbre, creencia, ideología o comportamiento que venga a dignificarte como ser humano imperfecto que soy y el valor agregado de ello, es que tenemos la capacidad de discernir entre el impacto que tiene en mí un hábito que me beneficie y del que no.
Cambiar de hábitos resulta más fácil cuando se traza un camino con pasos cortos pero firmes, con acciones concretas en donde conozcas toda su “currícula”, es decir, que además de saber ponerle nombre a esos cambios que quieras hacer en ti, sepas diferenciar sus efectos, conozcas el comportamiento de ellos e incluso, puede funcionar informarte si esos cambios convienen para llegar a tu objetivo. Por ejemplo, cuando te duele el estómago, ¿qué haces?, vas con el doctor y antes de medicarte te cuestiona de tal manera que lo que te recete no se contraponga con algún otro padecimiento, pues así tus decisiones de cambio de hábitos. Elije y evalúa riesgos y beneficios. A veces, solemos auto medicarnos usando fórmulas que tomamos a ciegas porque al otro le funcionaron y no es lo ideal, porque tus cambios responden a tus propias necesidades, no a los de otros.
Los cambios tienen un ciclo natural. Pasamos por muchos estados como la negación, el miedo, la incertidumbre, la depresión para después llegar al aprendizaje per se. Un hábito es una práctica habitual, repetitiva y constante que se ejecuta por inercia, es decir, automática y justo ahí, en ese estado, es donde perdemos conciencia.
Así que yo como Zara, ¡con la pena! cuelgo los hábitos, esos que no están alineados con mi salud integral, los que no hacen sintonía con mi bienestar, los que machucan mi fe, mi paz, mi cuerpo, mi dignidad, mi bolsillo, etc.
Como dice el Chapulín Colorado, “que no panda el cúnico”, que no te dé miedo recomenzar, que no te agobie el cambio, porque una de las mayores virtudes que podamos incorporar a nuestra inmensa lista de dones es la resiliencia y, de ello, nadie nos cuenta pues, después de estar más de año y medio en una situación de cambios constantes que pusieron a prueba nuestra capacidad de adaptación, sabemos de qué trata, así que podemos, claro que podemos.
No importa de qué tamaño sea el hábito que quieras revertir o modificar, mientras vaya en contra en de tu bienestar ¡cuélgalo y mándalo a freír espárragos! Trabajemos en hacernos invisibles a todo lo que te baje la frecuencia y elijamos caminar por un sendero consciente en donde ninguna decisión comprometa tu tranquilidad, tu paz y el amor a nosotros y el que damos a los demás.
Puede que en el camino te topes con distractores o detractores; los puedes ver vestidos de personas, pensamientos o circunstancias que te hagan dudar y tú sabes qué tanto te abandonas en ellos o cómo los esquivas para continuar.
Déjame te comparto uno de los que nosotros mismos nos creamos, porque “me han platicado que el amigo de un amigo” es experto en el auto sabotaje, esto significa que nosotros mismos somos nuestro freno y el simple hecho de pensar que voy a soltar lo que por años me ha sido muy cómodo, cuesta trabajo y mucho.
Reinvéntate, fue un Taller que tomé en plena pandemia, bajo el acompañamiento de Mauro Beltrán, que dicho sea de paso, es un tipazo que tiene una habilidad impresionante para aterrizar con frases tan asertivas, lo que tus emociones y sentimientos a veces no pueden. Ahí escuché una frase que hizo mucho sentido cuando no me “animaba” a hacer un gran cambio en mi vida y yo como el Chavo del 8 decía: -Sí lo hago, sí lo hago. Después de escucharla, le pedí que me la explicara. Te la comparto:
«Estamos tan acostumbrados a tener la mirada puesta en el retrovisor»
Es la diferencia legendaria entre el por qué y para qué.
El por qué puede dejarnos estacionados y con el freno de mano puesto y “estamos acostumbrados a tener puesta la mirada en el retrovisor”; a no dejarnos avanzar, estancarnos y victimizarnos de lo vivido.
El auto sabotaje no nos deja arrancar, no nos permite abrirle camino al PARA QUÉ; al camino de la decisión consciente y a cuestionarnos honestamente qué aprendizaje recibí de esto o aquello.
Ojo, en un niño no está mal cuestionarse el por qué, ¡está bien!, abre la puerta al conocimiento, sin embargo, en el adulto, las respuestas, llevan un mensaje más desmenuzado que atienden a la interrogante del para qué.
¿Qué tal? Interesante ¿no?… entonces la invitación es a cuestionarte que el cambio de hábito que decidas hacer puedas definir el por qué y el para qué, y en las respuestas encontrarás el camino.
Entonces, ¿qué onda? ¿le hacemos segunda a Zara?
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