Por: Fernanda Mata
Y entonces un día solo vio su cabello pintado de blanco, con el rostro y las manos llenos de pliegues y vestida de soledad y amargura… Sin darse cuenta, la vida se le estaba yendo viva mientras ella sentada en su mecedora miraba por la ventana con ojos altivos, ¡ya sabes! son esos ojos en donde la ceja está dibujaba cual pendiente de montaña rusa en la noche, o sea, súper arqueada, tétrica y negra, lo que solo denotaba enojo, mucho enojo; sus ojos se lanzaban como balas a las personas que veía detrás de ese marco oxidado y lleno de telarañas; veía cómo pasaban las parejas tomadas de la mano, otros paseaban y jugaban con sus perros en el parque de enfrente, veía también a las señoras del puesto de frutas reír a carcajadas y ella, solo sentía cómo su corazón se agitaba, cómo salía humo por su nariz y cómo sus ganas de verse así, tan llena de felicidad, las había dejado ir…
En esta historia, la protagonista no tiene nombre, pero, lo que sí preocupa es que podemos ser tú o yo si no damos carpetazo a todo lo que quema por dentro; dejamos acumular en nuestro corazón tanto rencor, victimismo porque seguimos martirizándonos y auto flagelándonos y todo, por decidir no otorgarle el perdón a la vida, llámese personas, circunstancias, decisiones, etc. En caso de querer cambiar la historia del principio y decidimos darle el sí a perdonar, podríamos empezar por aprender a tener más compasión con uno mismo para dejar de latigarnos por nuestras equivocaciones y dejar de latigar a los demás por lo lastimosos que fueron con nosotros. La compasión hacia uno mismo nos dota de infinita fuerza, salud emocional estable y además abre la puerta a la reconciliación con uno mismo y hacia los demás permitiendo reconocernos como seres humanos tan virtuosos como vulnerables que tienen el don de condonar una falta, de redimirla…
El freno para hacerlo está, en ocasiones, en la simple idea de asociarlo con tener que dejar atrás, hacer como que nada pasó, como si fuesen merecedores de aplausos por sus/mis equivocaciones; y cuesta trabajo, mucho trabajo, salirse de ese estado de dolor al que incluso, ya lo habíamos normalizado. El perdón genuino implica renunciar a todo sentimiento de odio, venganza o malestar del alma y de la tripa también, porque déjame decirte que esto altera tu condición de bienestar. Dicho esto, las preguntas sugeridas son: ¿qué tan dispuesto estás a hacerlo? ¿qué tan dispuesto estás a sanar el alma?
¿Qué tan dispuesto estás a no dejar pasar la vida para no convertirte en ese corazón roto y viejo?
Hagámonos socios de nuestro bienestar y trabajemos por ello. Colaboremos en conjunto con las personas, hobbies, lugares y todo aquello que nos hagan producir mucha serotonina y aquí hago un paréntesis para decirte que estos artículos no son clases de nada, son solo invitaciones a reflexionar, elegir y/o decidir y hoy, te invito en esta ocasión a elegir leer: científicamente, qué le pasa a tu cuerpo físicamente cuando tus emociones no están controladas y predomina en ti un estado de insatisfacción; qué le pasa a tus órganos, células y los daños colaterales que puedes sufrir.
Las alegrías son transitorias, las penas también lo son, entonces démosle vida, en nuestra memoria, a lo bonito y lo que no lo sea, deséchalo, no hagamos de nuestro corazón una alacena de comida caduca.
El perdón no empieza con decirlo, se requiere desenraizarlo con acciones mucho más profundas. Como en todo proceso, la travesía para llegar al mejor resultado es muy saludable; los escalones de los que te vas graduando poco a poco, llevan distintos nombres que van construyendo el resultado: vivir en el Amor Propio, solo desde ahí podemos tener verdadera empatía y entender que aquel que golpea, ofende o hace algún acto irracional, no lo tiene. Aquel que no conoce el amor propio, merece nuestra piedad, nuestra misericordia solo por el simple hecho de saber que en su corazón anda perdida la grandeza del amor con todo lo que signifique tenerlo y repartirlo. No pretendo restarle valor a las grandes e inexplicables faltas que puede tener el ser humano pero la noticia es que cada uno asumirá su parte responsable y quizá nuestros ojos no lo verán pero sí puedes tener certeza que toda acción tiene consecuencia y tú no eres el encargado de forzar el resultado que te gustaría ver. Créeme, el perdón genera por sí solo, una sensación de ligereza del alma.
El PERDÓN es quizá, uno de los actos de amor más valientes y aguerridos que podamos tener. Significa reemplazar, quitar, alejar, olvidar, reconstruir; son verbos tan simples de conjugar y tan complejos de accionar.
El resultado de hacerlo es valioso, reparador y sano para ti y no para el otro, porque el que está en reconstrucción eres tú, el que quiere trascender eres tú, por ello, lo que te estás regalando, reemplazando esos sentimientos «no bonitos «, es AMOR PROPIO y es un regalo que no todos están dispuestos a recibir, nos da “miedito” acercarnos a él, e incluso pareciera que es el AMOR PROHIBIDO de las personas porque en muchas ocasiones pensamos, que podemos querer a todos menos a nosotros mismos … ya lo dice que mi querida Selena –“aunque soy pobre todo esto que te doy, vale más que el dinero porque si es AMOR ¡oo uuoo baby!…
…Lo único que importa es el amor y si empieza por el de uno mismo, todo valdrá la pena así que, hagamos que el perdón se aleje de la libreta como un pendientito por hacer y mejor se vaya a la acción.