Juan Torres Calderón, es el artista michoacano con mayor representación en la pintura costumbrista  reconocido por su trabajo de las catrinas estilizadas y tridimensionales hechas en barro, regresó a Monterrey a visitar y despedirse de su obra Las Paranguas, un conjunto habitacional ubicado en García, Nuevo León.

La conferencia “Juan Torres. Un artista con alma de albañil” organizada por Casa de Subastas Gimau, como preámbulo para que las personas puedan conocer la casa que será subastada el 1 de diciembre, iniciando a una nueva etapa en la vida de la empresa al incursionar en los bienes raíces.

Sin ser arquitecto, Juan ha creado tres casas, su casa de Capula, casa museo que la gente visita para internarse en el mundo del artista, donde viven los estilizados catrines y catrinas visten atuendos sofisticados, llenos de sensualidad y festivos. Antes de él nadie se había atrevido a crear figuras sofisticadas y alegres que recordaran a una de las tradiciones mexicanas más importantes.

LAS PARANGUAS

Una fachada sencilla con fuertes puertas de mezquite sobre la calle Morelos, en García, un municipio que aspira a ser Pueblo Mágico es el lugar donde descansa esta construcción creada por Juan Torres, y que a pesar de su aparente sencillez esconde un gran espacio artístico, que transforma el ambiente en un lugar cálido e íntimo.

La casa está dispuesta en un terreno de más de 11 mil metros cuadrados, que alberga no solo un enorme nogal de 400 años de vida y la niña acróbata, estilizada figura de bronce que levanta los brazos al cielo mostrando la alegría y el beneplácito de recibir a los visitantes, sino más de 42 obras, entre ellas de Juan Torres, Alejandro Colunga, Rodolfo Morales y 160 antigüedades, dispersas en las casas.

Las Paranguas es la segunda casa construida por Juan Torres, un conjunto habitacional que consta de una casa principal, cochera, la casa azul, la casa rosa, la cabaña, la palapa, el sótano, la casa huerta, mina A, mina B y bodegas. Tanto el diseño de las casas como los jardines estuvo bajo la supervisión y control absoluto del artista.

“Siempre me he dedicado a la pintura, escultura y cerámica, pero mi gran pasión es la construcción, soy albañil de corazón”, asegura el artista michoacano y agrega que este afán de construir lo heredó de su madre y le llama el “Mal de la Piedra”.

Durante la construcción de Las Paranguas y en un afán por ver el proyecto concluido, residió durante algún tiempo en García, ya que una de sus condiciones era que el diseño, la construcción de la casa y los jardines estuvieran bajo su control y supervisión. No era raro en aquellos días observar al artista participar directamente en la fabricación de los acabados, en la mezcla del adobe y en los aplanados de las paredes dejando su impronta en cada los elementos artísticos  y constructivos.

Cuando habla de su estilo constructivo, señala que las casas tienen vida y se deterioran, hay que estarlas sobando y consolando. “El lodo debe ser aplanado con la mano para que vaya tomando forma de la irregularidad de los adobes. Es una especie de piel humana que se va acomodando a la forma del cuerpo. Eso lo tengo que hacer yo”.

Nuevo León y Monterrey, en especial, es una ciudad que le ha abierto las puertas y le ha permitido tener grandes amigos, como Mauricio Fernández, quien, inspirado en los techos mudéjar de Juan, construyó su emblemática Milarca.

LA GENTE LA PODRÁ VISITAR.

Por ser una obra de autor y dar la posibilidad de que el público la conozca, Las Paranguas podrá ser recorrida por escuelas de diseño y público en general el 24 de octubre, para lo cual deberán ponerse en contacto con la Casa de Subastas Gimau.