Guiados por una brillante estrella, los Tres Reyes del Oriente, regiamente ataviados y montados en un camello, un caballo y un elefante, emprendieron el viaje para adorar al Niño Jesús. Provenían de diversas partes del mundo: uno era negro, otro blanco y el tercero con facciones árabes. Cargaron obsequios para el recién nacido: de oro por ser rey, de mirra por ser hombre y de incienso por ser Dios, los cuales extendieron delante del Redentor. Los Reyes simbolizan a los primeros gentiles convertidos al cristianismo.
La costumbre consiste en que los pequeños previamente escriben laboriosamente una carta para pedir a Melchor, Gaspar y Baltazar los juguetes que quisieran recibir. La víspera de la fiesta (6 de enero) dejan junto a la ventana sus zapatos con un poquito de paja para dar de comer a los animales que traerían a los Santos Reyes (también conocidos de esta forma en México).
A la siguiente mañana, la paja desaparece, en cambio el calzado está colmado por la cantidad de juguetes. Llenos de curiosidad, los muchachos se levantan muy temprano para gozar de la sorpresa de los obsequios.