México.- Tras decenas de expediciones y miles de experimentos a lo largo de estas dos décadas, la estación —que cada día ve 16 amaneceres y otros tantos anocheceres— no cesa su actividad y se planea que siga funcionando hasta el año 2030.
Inicialmente, según el proyecto conjunto de Estados Unidos, Canadá, Japón y la Agencia Espacial Europea, la estación se llamaría ‘Libertad’. Sin embargo, en los años noventa, Washington se dio cuenta de que no podía llevar a cabo el plan e invitó a participar en él a Rusia, país que heredó los proyectos cósmicos de la Unión Soviética.
Con la experiencia rusa en las estaciones Salut y Mir, el 20 de noviembre del 1998 se puso en órbita Zariá, el primer módulo de la EEI.
Desde aquel momento, las condiciones en la estación nunca dejaron de optimizarse.
El día a día ha cambiado. Ya no hay necesidad de comida en tubos. El menú ha mejorado, sin embargo, los hábitos de higiene todavía pueden sorprender.
Las toallas mojadas y el baño de vapor reemplazan a la ducha y el agua utilizada se vuelve a usar, incluso para beber, después de pasar por una serie de filtros.
Hoy en día, la estación brinda condiciones únicas que permiten realizar experimentos en microgravedad, estudiar el cambio climático o el efecto de la radiación sobre animales, humanos y plantas.
“La cosmonáutica tripulada es la locomotora que arrastra toda la ciencia terrestre, nos simplifica la vida en la Tierra y también nos ayuda a echar un vistazo al futuro. Quien domine el espacio, dominará el mañana», resume Serguéi Zaliótin, cosmonauta de la misión 46.