Este Día Mundial del Medio Ambiente es una oportunidad para retomar el tema de la mala calidad del aire en el área metropolitana de Monterrey, agravada por industrias, refinerías y falta de acción efectiva.

Mientras el mundo conmemora un día para reflexionar sobre la relación con la naturaleza, en Nuevo León la realidad es difícil de ignorar: cielos grises, alertas ambientales constantes y una población cansada de respirar contaminación.

Las refinerías, pedreras, emisiones vehiculares y la ausencia de políticas firmes han convertido a Monterrey en una de las ciudades más contaminadas del país.

Según el Sistema Integral de Monitoreo Ambiental (SIMA), Monterrey ha superado los niveles recomendados de partículas PM10 y PM2.5 durante más de 150 días en lo que va del año.

La refinería de Cadereyta, operada por Pemex, ha sido señalada en múltiples ocasiones como una de las principales fuentes de emisiones tóxicas. Diversas organizaciones han exigido su cierre o modernización, sin resultados concretos.

Especialistas en salud advierten que los problemas respiratorios y cardiovasculares están en aumento en la población, sobre todo en sectores cercanos a fuentes de emisión.

Diversos colectivos han realizado marchas, clausuras simbólicas y campañas para exigir medidas reales, pero denuncian que la respuesta institucional ha sido tibia o nula.

Medios locales y nacionales han documentado en los últimos años el deterioro ambiental de la zona. Estudios de la UANL y del Tecnológico de Monterrey también confirman el grave riesgo ambiental.

Aunque el gobierno estatal ha anunciado planes para mejorar la calidad del aire —como la verificación vehicular obligatoria—, expertos aseguran que son medidas limitadas si no se regulan fuertemente las industrias.

En el Día Mundial del Medio Ambiente, la ciudadanía de Nuevo León no celebra. Exige. Porque la salud, el aire limpio y el respeto al entorno no pueden seguir siendo aplazados.