Angélica Valle
Bien dice el Gobernador Samuel García que Nuevo León ha vivido durante los últimos dos años miedo, terror, incertidumbre y muerte, a lo que agregamos que ese tiempo ha dejado carencias, falta de oportunidades y hasta desánimo y desgano entre la población.
Son los dos años de vivir con la pandemia del Covid 19, enfermedad que seguirá en el aire y contagiándonos si no cambiamos nuestros hábitos, costumbres arraigadas en la sociedad por miles de años y que, de no modificarse difícil será aminorar los contagios, mucho menos erradicarlos.
Pero también son dos años en donde la actuación de las autoridades como tal -sobre todo la federal que inició en 2018 avalada por mayoría de electores- echó por tierra programas de beneficio social e hicieron que muchos mexicanos vivieran dos años de crueldad por carecer de medicamentos, apoyo para el cuidado de sus hijos e incentivos para continuar con sus negocios o trabajos.
Dos años en que la incertidumbre en muchas situaciones fue la que ponderó por sobre todo, incluso la peor de todas ha sido la incertidumbre de morir si te contagias de Covid 19, porque hoy, aún cuando gran parte de la población cuenta con doble vacunación, todavía es necesario tener un tercer refuerzo y persiste la posibilidad de que llegue otra oleada de contagios.
Hablamos de desánimo ante la imposibilidad de cambiar la decisión presidencial de establecer una metodología que va contra la lógica, la de centralizar la vacunación y hacerla de los centros con menor población y no en las ciudades altamente pobladas, con serios problemas de movilidad, carencias en el sector salud y con economías en declive por el mismo contagio.
No podemos negar que se avanzó, pero de forma lenta. México llegó a los primeros lugares en el mundo por contagios y muertes.
Es cierto que vamos saliendo de una cuarta ola, pero la enfermedad persiste y seguirá. En otras partes del planeta vuelve a presentarse el número de contagios aun con la vacuna; en otros países como Reino Unido la decisión es aprender a vivir con el virus, y en ese aprendizaje hay que tomar muy en cuenta los hábitos y costumbres.
Es momento de ser radicales y emprender una lucha interna, personal para cuidarnos, para extremar las medidas de aquello que daña nuestro cuerpo, de, como dice García Sepúlveda, dejar atrás el tabaquismo, la comida chatarra y ejercitar nuestro cuerpo.
Es tiempo de querernos, de querer vivir y dejar atrás el desánimo, es tiempo de que las autoridades velen por el bienestar real de la población que demanda su apoyo con la reconstrucción de centros de población acordes con las necesidades del Siglo XXI, donde los elementos básicos son agua potable, aire limpio y apoyo al emprendimiento con orden y beneficio colectivo.
De contar con áreas verdes y centros de esparcimiento que permitan la interrelación personal con seguridad; de combatir la pobreza no con dádivas y sí con visión de futuro.
Es tiempo de dejar el discurso político en el olvido y accionar, de revolucionar y de gobernar para ser el centro de atención, de aplicar políticas públicas sin obras faraónicas o pensando que por ellas serán recordados los gobernantes. Es tiempo que la población reflexione en su propia realidad y coadyuve en la revalorización del ser humano, más allá de ser visto como un simple elector que por buscar un cambio permite que se tire a la basura lo bueno que se tiene y cae en el pantano, ante la supuesta búsqueda del bien común.
Todavía no es tiempo de cantar victoria.