Por Vicente Guerrero

Hacer que una película de terror encuentre la atención de los espectadores y decidirse a ir a las salas de cine es, por sí mismo, todo un reto y hacerlo con el tema de los exorcistas clericales lo es aún más.

Quienes aman el género, tendrán en mente algunos títulos que en el pasado han logrado colocarse en el gusto de los espectadores, entre ellos El Exorcismo de Emily Rose de 2005.

Invariablemente, quienes hagan el listado llegarán al clásico de clásicos, El Exorcista, de 1973, dirigida por William Friedkin, que tiene en su rol principal a Linda Blair, quien hizo de Regan, la endemoniada niña que se convirtió con su actuación en todo un ícono de la cinematografía universal.

En ese contexto, llega a las pantallas de Monterrey El Exorcismo de Dios, del cineasta venezolano Alejandro Hidalgo quien, en entrevista, ha expresado que aspira a que su propuesta fílmica sea vista por Friedkin y que además le parezca de su agrado.

Incluso, ha comentado que su película está inspirada en el filme de Friedkin

Hay escenas terroríficas, sí, como en la que se puede ver a un Cristo y es ahí donde radica el valor de la pieza cinematográfica, en poner en tela de juicio la maldad de algunas personas, incluso, si estas pertenecen al clero hasta en un máximo nivel, en el mismo Estado Vaticano, sede de la Iglesia Católica.

La sinopsis del filme dice: El padre Peter Williams, un exorcista estadounidense, es poseído por el demonio que intentaba expulsar de una joven y por el que se ve obligado, contra su voluntad, a cometer el más terrible sacrilegio. Dieciocho años después, tratando de mantener su culpa enterrada bajo los trabajos de caridad en favor de pobres y niños en un pequeño pueblo de México, Peter descubre que el demonio ha regresado.

Y presenta en el reparto a Will Beinbrink, María Gabriela de Faria, Irán Castillo, Joseph Marcell, Evelia Di Gennaro, Héctor Kotsifakis, Juan Ignacio Aranda, Alfredo Herrera, Eloísa Maturen, Christian Rummel y Johanna Winkel, entre otros.

Algunos diálogos son de antología, porque permiten mostrar la posición del realizador en torno a dos aspectos principalmente: la presunta burocracia vaticana para agilizar la atención de casos urgentes en torno al rito del exorcismo y la preparación de quienes están autorizados para llevarlo a cabo, aún si los cánones deban ser actualizados para lograr éxito en resolverlos.

La película presenta algunas dosis de humor, humor negro, claro está, y puede ser disfrutable para quienes gustan del género. Se vio en Cinépolis, que mantiene los protocolos de bioseguridad, así que, si va, acuda sin miedos al respecto.