Inicia «viaje» musical de la OSUANL

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La segunda serie de conciertos del 2019, denominada “Pasaporte musical” inicia este jueves 6 de junio con un programa dedicado a los países nórdicos.

El objetivo de esta serie, de cinco conciertos, es que el público realice un viaje sonoro por distintos países de Europa –como Alemania, Francia y España- para conocer su tradición musical, así como los compositores que los identifican.

Para el primer concierto, el maestro Eduardo Diazmuñoz, director artístico del ensamble, ha elegido un programa que incluye las obras: Obertura Helios, Op. 17, del danés Carl Nielsen, la Suite No. 1, Op. 46, de Peer Gynt, escrita por el noruegoEdvard Grieg, y la Sinfonía No. 2 en re mayor, Op. 43, del finlandés Jean Sibelius.

De esta última pieza se destaca que se mantiene hasta hoy como uno de los logros más notables de la forma sinfónica, con su equilibrada combinación de proposiciones nuevas y respeto a las tradiciones del sinfonismo del siglo XIX.

Para mayores informes sobre las presentaciones de la OSUANL se puede consultar la página: orquestasinfonica.uanl.mx, llamar al 8349-7622, o bien, escribir a [email protected]. La cooperación para cada concierto es de 160 y 180 pesos. Hay descuento para maestros, estudiantes e INAPAM.

Los boletos ya están disponibles a través de Boletia: https://boletia.com/eventos/serie-2-pasaporte-musical-osuanl/

 

Notas al programa | Por Juan Arturo Brennan

 

CARL NIELSEN  (1865-1931)

Obertura Helios, Op. 17

Además de sus seis notables sinfonías, el compositor danés Carl Nielsen escribió unas cuantas obras orquestales, a saber:

Pequeña suite, Op. 1 (1888-188)

Rapsodia sinfónica,  (1888)

Helios, Op. 17 (1903)

Sueño de saga, Op. 39 (1907-1908)

Paráfrasis sobre Más cerca de ti, mi Dios

Pan y Syrinx, Op. 49

Viaje de fantasía a las islas Faroe

Melodía folklórica bohemia-danesa

A esta lista hay que añadir los tres conciertos de Nielsen (para violín, flauta y clarinete, de 1911, 1926 y 1928 respectivamente) y con ello queda completa la lista de su música orquestal.

Es interesante notar en esta lista que el compositor escribió solamente una obertura de concierto, Helios; la única otra obertura suya que suele interpretarse con alguna frecuencia es la obertura de su ópera Mascarada, Op. 39 (1904-1906). Así pues, la obertura Helios ocupa un lugar de interés en el catálogo de Nielsen, no solo por ser su única obra en este género, sino también porque se trata de la única obra importante que compuso en el año de 1903. En efecto, la cronología de sus composiciones indica que en 1903 sólo escribió, además de la obertura, una pieza para coro y orquesta y un par de canciones. Sin embargo, el año no fue completamente perdido, ya que en 1903 Nielsen realizó un viaje que lo llevó hasta Atenas, ciudad en la que encontró la inspiración necesaria para escribir su obertura de concierto Helios. ¿A quién se refiere el título de esta obertura de Carl Nielsen? Veamos algunos datos:

En la mitología griega, Helios es la personificación del sol.

En la mitología romana, su equivalente es Sol, y más específicamente, la deidad conocida como Sol Invictus.

Algunas fuentes indican que Helios fue hijo del titán Hiperión, aunque en otras se dice que Hiperión y Helios son en realidad el mismo personaje.

Como símbolo y portador de la luz, a Helios se le identifica también con Apolo.

Fue hermano de las diosas Selene (la luna) y Eos (la aurora).

La descripción mitológica de Helios es la de un dios coronado con una  brillante aureola, que conduce el carro de la luz a través del cielo para iluminar a la Tierra.

La mitología griega cuenta asimismo la historia de Faetón, uno de los hijos de Helios, quien como todo buen adolescente impulsivo, un día se robó el carro de su padre… y al querer conducirlo por el cielo a toda velocidad, perdió el control del vehículo y terminó por incendiar la Tierra.

A Helios también se le menciona como Panoptes, el que todo lo ve. Se cuenta que gracias a este don, podía espiar a dioses y diosas en situaciones comprometedoras y luego usaba la información en provecho propio.

En una parte de la Odisea se narra que Ulises desembarca en la isla Trinacia, lugar dedicado al culto de Helios.

También se veneraba a Helios en la isla de Rodas (cuyo Coloso estaba dedicado a él) y en la Acrópolis de Corinto.

Nielsen compuso la obertura Helios en Atenas entre marzo y abril de 1903, mientras su esposa, la escultora Anne Marie Brodersen, copiaba algunas estatuas de la Acrópolis. En palabras del propio compositor: Mi obertura describe el movimiento del sol a través del cielo desde el amanecer hasta el atardecer. Pero sólo se titula Helios, y no requiere explicaciones.

 

La intención y el estado de ánimo de la obra fueron consignados por Nielsen en el epígrafe que añadió a la partitura, y que dice así:

 

Silencio y oscuridad

                                     El sol se levanta con una gozosa canción de alabanza

                                    Avanza en su dorado camino

 

  Y se hunde suavemente en el mar

La obertura Helios de Carl Nielsen fue estrenada en Copenhague el 8 de octubre de 1903 por la Real Orquesta Danesa, dirigida por Johann Svendsen.

EDVARD GRIEG (1843-1907)

Suite No. 1, Op. 46, de Peer Gynt

 

Por la mañana

La muerte de Aase

Danza de Anitra

En el salón del rey de la montaña

Así como Edvard Grieg es considerado como el compositor más importante en la historia de Noruega, a Henrik Ibsen (1828-1906) se le tiene como el mayor poeta y dramaturgo noruego. Así, la colaboración entre ambos para la puesta en escena de Peer Gynt puede definirse como la suma de dos talentos gigantes.

Ibsen es considerado como el creador del moderno drama realista en prosa, y como uno de los grandes dramaturgos de todos los tiempos. Si bien fue duramente criticado por algunos de sus contemporáneos, Ibsen fue admirado por otros, e incluso creó escuela a través de la tendencia que George Bernard Shaw llamó “Ibsenismo”, es decir, la crítica en forma dramática de la moral convencional. Además, el dramaturgo noruego es valorado hasta nuestros días por su maestría técnica insuperable, su penetrante visión psicológica, su simbolismo, y la poesía sutilmente oculta en su prosa. A continuación, cito un párrafo de un artículo enciclopédico sobre Ibsen, ideal para entrar en materia sobre su  Peer Gynt:

Fue cuando Ibsen estaba al final de sus años 30s y principios de sus 40s, habiendo dejado atrás a Noruega, que escribió las obras más impactantes de toda su carrera. Brand, concebida primero como un poema dramático y después reescrita como un drama en verso, fue terminada en Roma en el verano de 1865 y publicada en Copenhague al año siguiente. Esta obra fue seguida en 1867 por su complemento, Peer Gynt. Ambas son piezas polémicas dirigidas contra lo que Ibsen consideraba como la estrechez de la vida noruega y la complacencia del carácter noruego. La primera obra tiene por héroe a una figura inflexible y férrea, dedicada rigurosamente al principio de “Todo o Nada”; la segunda obra sigue la carrera de un hombre sin principios, despreocupado, que se conforma con tomar como lema en la vida “Sé suficiente para ti mismo”. Mientras el primero es admirable pero no se le puede amar, el segundo es adorable pero criticable, y ambos pueden ser tomados como retratos del autor.

El argumento de Peer Gynt es complicado, pero se puede resumir: este campesino noruego, presumido, egoísta y mentiroso, se va por el mundo a viajar y a vivir una serie de fantásticas aventuras. Al final, se encuentra con la horma de su zapato en la persona de un fabricante de botones, quien amenaza con derretir a Peer Gynt como un fallido experimento humano. Peer Gynt es redimido finalmente por el amor de Solvejg, quien le ha permanecido fiel a lo largo de sus andanzas.

En enero de 1874, Ibsen le pidió a Grieg que compusiera música incidental para la puesta en escena. La complejidad de la obra de Ibsen hizo crecer y crecer el proyecto, y el compositor tuvo que escribir 23 números musicales para cubrir los cinco actos de la obra teatral. La partitura quedó terminada en septiembre de 1875, y se escuchó por primera vez en la ciudad de Christiania (hoy Oslo) el 24 de febrero de 1876, acompañando a la puesta en escena de Ibsen. Compuesta originalmente para voces solistas, coro y orquesta, la música de Grieg para Peer Gynt (que lleva el número de Opus 23 en su catálogo) es hoy más conocida a través de dos suites orquestales; la primera, marcada con el Opus 46, está compuesta por los números 13, 12, 16 y 7 (en ese orden) de la continuidad musical, mientras que la segunda, Opus 55, contiene los números 4, 15, 19 y 18.

La Suite No. 1 de Peer Gynt, Op. 46 se inicia con Por la mañana, una alborada poética y evocativa, con ciertos momentos de intensidad expresiva y basada en movimientos ondulantes. La pieza está construida de forma muy sencilla, a partir de un solo tema, presentado en distintas orquestaciones. Viene después La muerte de Aase, para acompañar en escena un emotivo discurso de Peer Gynt a la muerte de su madre. Está escrita para cuerdas solas, y es una pieza contemplativa y nostálgica, sin excesos expresivos y muy bien armonizada. Se trata de un lamento hasta cierto punto frío y cerebral, muy nórdico, que guarda algunos puntos de contacto con la música del gran compositor finlandés Jean Sibelius (1865-1957). Sigue Danza de Anitra, se refiere a los viajes de Peer Gynt por el África. En uno de ellos encuentra un grupo de muchachas árabes que lo toman por el Profeta. Una de ellas, Anitra, baila esta danza para él. Aquí se añade un triángulo a las cuerdas, para dar color a una danza en un atractivo compás de 3/4, de ritmo contagioso y sugerentes melodías que no pretenden ser gratuitamente “exóticas”. En este trozo, Grieg hace un interesante uso expresivo y colorístico del pizzicato. La suite concluye con el número más famoso de toda la música de Peer Gynt, En el salón del rey de la montaña. Los gnomos, súbditos del rey, claman por la sangre de Peer Gynt, quien se ha atrevido a perseguir a una doncella-gnomo con intenciones fácilmente imaginables. Grieg logra un efecto impactante a partir de recursos muy simples: una melodía única, repetida en orquestaciones diversas y en un emotivo crescendo. Se inicia la pieza en el registro bajo de la orquesta, con cuerdas graves y fagotes jugando papeles prominentes. La textura se hace poco a poco más brillante, la intensidad aumenta, la velocidad crece, hasta un poderoso y enfático clímax final, todo esto en un brevísimo lapso de tiempo.

Para concluir con un final anecdótico, vale la pena recordar que el estreno el Peer Gynt de Ibsen con la música de Grieg fue enormemente exitoso en la vieja ciudad de Christiania, y que la temporada de la obra sólo se suspendió por una causa de fuerza muy mayor: la escenografía teatral fue consumida por el fuego.

Jean Sibelius (1865-1957)

Sinfonía No. 2 en re mayor, Op. 43

Allegretto

Tempo andante, ma rubato

Vivacissimo

Allegro moderato

 

De Virgil Thomson (1896-1989) se ha dicho no sólo que es un importante compositor estadunidense sino además, que ha sido una de las voces más sabias y equilibradas de su tiempo, al grado de que sus escritos sobre música son un punto de referencia indispensable en relación con numerosos temas. De ahí que sea particularmente incongruente un juicio emitido por Thomson respecto a una de las mejores obras de Sibelius. En octubre de 1940, escribió en el periódico Herald Tribune de Nueva York una reseña en la que afirmaba:

 

Encuentro que la Segunda sinfonía de Sibelius es vulgar, complaciente y provinciana en un grado indescriptible.

 

No tuvo que pasar mucho tiempo para que quedara ampliamente demostrado el error de Thomson; hoy en día, la Segunda sinfonía de Sibelius es considerada como una pieza indispensable del repertorio sinfónico, no sólo por su indudable atractivo sonoro, sino también porque en ella el compositor ofreció al mundo una interesante proposición musical en la que alteraba los procedimientos tradicionales de la composición sinfónica. Un análisis detallado de esta propuesta de Sibelius sería demasiado largo y complicado para este espacio, pero puede describirse brevemente a partir del primer movimiento de la sinfonía.

El procedimiento sinfónico convencional contemplaba, al inicio de la obra, la presentación clara y concisa de los temas musicales a desarrollar bajo los parámetros de la forma sonata. Más adelante, estos temas debían ser fragmentados, alterados, desarrollados, contrapuestos, sintetizados de nuevo, bajo esos mismos parámetros. En cambio, lo que Sibelius hizo en el inicio de su Segunda sinfonía fue invertir el proceso: nos ofrece primero una serie de fragmentos musicales aparentemente inconexos y dispersos que a medida que la música progresa van tomando cuerpo y fisonomía dentro del esquema general, como piezas de un vasto rompecabezas que van cayendo lógicamente en el lugar que les corresponde. De esta visión formal de Sibelius surge uno de los movimientos sinfónicos más interesantes de todo el repertorio.

A diferencia de algunas de las sinfonías de Mahler o la Sinfonía fantástica de Berlioz, la Segunda de Sibelius no es estrictamente descriptiva ni tiene un programa definido. Algunos conocedores de la música de Sibelius, como Georg Schnéevoigt e Ilmari Krohn, afirman que esta obra encaja plenamente dentro de la visión patriótica del compositor, y que es un intento de describir musicalmente la lucha del pueblo finlandés por su libertad. Aquí se hace necesario recordar que dos años antes de componer su Segunda sinfonía, Sibelius había escrito el poema sinfónico Finlandia, de claras intenciones patrióticas, y considerado como una especie de segundo himno nacional por el pueblo finlandés que por entonces se hallaba bajo el dominio ruso.

En el año de 1901, un amigo cercano de Sibelius, el barón Axel Carpelan, otorgó al compositor una cantidad de dinero que le permitió viajar y componer. Así, el invierno de 1901-1902 vio a Sibelius instalado en el pueblo italiano de Rapallo, donde inició la composición de la Segunda sinfonía, obra que habría de concluir a su regreso a Finlandia. De nuevo, es importante recordar que esta obra es música absoluta, pero a manera de recuento histórico, no está de más citar la descripción de Schnéevoigt (quien fue amigo cercano de Sibelius) del contenido extramusical de la partitura:

 

Primer movimiento: La tranquila y pastoral vida del pueblo finlandés, atormentado por sentimientos de opresión.

Segundo movimiento: Un gran impulso de sentimientos patrióticos, tímidamente expresados por miedo a la tiranía opresora.

Tercer movimiento: El despertar del sentimiento nacionalista y el deseo de lucha por la independencia.

Cuarto movimiento: La esperanza en la liberación y la certeza de que pronto llegará un libertador.

 

Con o sin estas descripciones de fuego patriótico, lo cierto es que la Segunda sinfonía se mantiene hasta hoy como uno de los logros más notables de la forma sinfónica, con su equilibrada combinación de proposiciones nuevas y respeto a las tradiciones del sinfonismo del siglo XIX. Hasta la fecha, el curioso procedimiento constructivo del primer movimiento sigue siendo objeto de largos y complicados debates. Una buena forma de comprenderlo y asimilarlo es descubrir que Sibelius ha propuesto en este movimiento una clara forma cíclica, de modo que las últimas páginas del movimiento son casi idénticas a las primeras, salvo que los temas fragmentarios son presentados en orden inverso al del principio. El gran director inglés Sir Simon Rattle afirma que escuchar el primer movimiento de la Segunda sinfonía de Sibelius es como recibir de regalo las piezas de un hermoso reloj que se van ensamblando poco a poco ante nuestros ojos (y oídos) hasta que el reloj queda armado por completo, y de inmediato el reloj se va desarmando hasta que nos quedamos de nuevo con sus piezas separadas. Cualquier duda sobre lo coherente y unitario de la sinfonía se disipa en el último movimiento, cuya solemnidad y nobleza cierran con broche de oro esta proposición sinfónica, clásica y novedosa por igual.

Sibelius dedicó la partitura a su generoso benefactor, el barón Axel Carpelan. El estreno de la obra se llevó a cabo en Helsinki, la capital finlandesa, el 3 de marzo de 1902, bajo la dirección del compositor. Desde entonces, cada interpretación de esta magistral sinfonía ha servido un triple propósito: deleitar al público con su riqueza sonora, maravillar a los melómanos con la ingeniosa construcción de su primer movimiento, y demostrar cuán equivocado estaba Virgil Thomson en su juicio crítico respecto a esta bella obra.