Nunca fui primera dama

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Cuba es un país desconocido.

Luz Aurora Fierro Beltrán

Tenemos ideas preconcebidas por pláticas, artículos, películas, libros, inclusive comentarios de viajeros. Tan cerca de México, y para muchos aún es difícil entender cómo se ha dado su historia.

Cómo sus habitantes enfrentaron el golpe militar, la guerrilla, el poder absoluto de Fidel Castro, el boicot de EEUU, la ayuda y luego abandono de Rusia, y la presencia de Fidel, aún después de su muerte.

En su novela «Nunca fui Primera Dama», la escritora cubana Wendy Guerra nos presenta una faceta de la historia de su país. Nos explica el fuerte significado que ha tenido para su generación la figura de Fidel Castro, nacieron y vivieron con él: Fidel es Cuba.

Mediante sus palabras conocemos el sentir de quienes participaron en la construcción de un régimen político que sorprendió a muchos y que incidió en Latinoamérica. Realidad y ficción se combinan, de pronto no sabemos distinguir una de otra, parecen ser parte de la misma historia.

Es una lectura que genera opiniones encontradas y diversas, nos sentimos dueños de la verdad, pero la tenemos fragmentada. El desarrollo de la educación, las artes y la medicina son conceptos que se contraponen con la imagen de desencanto, los exiliados, la falta de productos de primera necesidad.

El sentir de los que se fueron y de los que se quedaron. Todos son cubanos pero guardan grandes diferencias, entre vivir en Cuba con la añoranza de estar en otro lado y de quienes viven en otro país y quieren regresar. En “Nunca fui Primera Dama” Wendy nos comparte el sentimiento de muchos exiliados.

La protesta de quienes esperaban más de la Cuba de Fidel donde, por mil razones, las esperanzas se fueron resquebrajando a la vista de la realidad.

La búsqueda es la esencia del personaje principal: Nadia Guerra, quien se quedó en Cuba y expresa en la radio sus inquietudes y desesperanzas. “Hemos tenido que aplazar lo que más deseamos –los afectos– en nombre de una sociedad que nunca nos ha comprendido, ni amparado.”

Nadia fue abandonada por su madre desde pequeña y se quedó en la isla con su padre. La imagen de esa mujer ausente la acompaña. Su madre creyó en Castro, pero también se rebeló ante los resultados de la revolución. Nadia Guerra no puede evitar ir en su búsqueda, no sabemos si para conocerla o para completar su identidad.

Son varias voces las que leemos, Nadia Guerra como locutora, habla para sus oyentes y para sí misma; cambiamos de capítulo y ahora la que nos interpela es su mamá, Albis Torres, quien nos detalla sus conflictos y nos enfrenta al temor de perder la memoria.

“El día en que perdemos la memoria no es el día en que se borran los recuerdos, sino cuando no logramos ordenarlos o situarlos junto a los afectos…” expresa Nadia Guerra.

Albis es quien nos descubre un personaje que debemos conocer para entender la pasión que rodea a Fidel Castro: Celia Sánchez. Albis quiere contar la historia de Celia, Nadia también.

La participación de las mujeres en la historia cubana es fuerte y muchas veces desconocida, mujeres que pudieran haber sido (pero no) primeras damas.

Wendy Guerra Torres, mediante Nadia, nos comparte (y se agradece) su bagaje musical. Entre ellos Pablo Milanés, Donato Poveda, Celeste Mendoza, Silvio Rodríguez, Carlos Varela y muchos más. Como lectores podemos crear una lista de música que nos acompañe durante la lectura y nos acerque a la sensibilidad artística cubana de la época.

En esta edición se incluye un capítulo final que nos remite a una crónica del día que Cuba se quedó “Sin Fidel”.

Familias enteras se involucraron, vivieron literalmente el proyecto de país.

Nos hace reflexionar sobre cómo las familias del mundo son directamente afectadas por las decisiones políticas y sociales de sus gobiernos.

En la canción «Foto de familia» de Varela:
Detrás de todos los gobiernos,
de las fronteras y la religión
hay una foto de familia,
hay una foto de los dos.

Wendy Guerra. Nunca fui Primera Dama. 1a. ed., Alfaguara, 2017. 305 pp.